PEDRO GRANADOS EN: http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2025/05/11/celeste-del-carpio-bramsen-arcos-metropolitanos/
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Yo, que suelo regresar a casa coronada
de malas
noticias, que me he reconciliado
con mi
error y al examinar largamente
mi vida
no he encontrado en ella
ninguna
proeza, que soy de virtudes escasas
y lentas,
te entrego este libro escrito
para diferenciar la mentira del sueño.
El sueño
trabaja en lo suyo. La mentira,
en
cambio, es un poder discrecional
que
espero percibas en la textura religiosa
de mis
versos. Es un libro con intenciones
sobre ti, pues no sé escribir de otras cosas.
Hay en él
hechos ocurridos y hechos inventados
pero recuerda que la resurrección también
miente.
Ha sido sometido a severas
correcciones. He reunido estas páginas
para que no se pierdan entre mi mesa
y nuestra cama, entre el cuarto de lavado
y las
fauces de los incineradores.
Recíbelas como una carta bajo la puerta,
el radical amanecer de la ciudad vacía,
la rata que huye del barco para no volver
nunca
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No, este no es mi país,
en mi
país la velocidad del dolor es diferente,
más lenta porque avanza cargada de presagios
para que
aplaque mi natural furor,
para no
confundir ese sueño implacable
de
ventanas dispersas con los lugares físicos
de mi experiencia. Preparada para este lugar
donde la velocidad del dolor es igual
a la de los vientos, cortantes e irónicos,
preparada, como quien espera el alba
durmiendo
vestida, para recibir la buena fe
de la ortiga , la lucidez de la estrella
marina,
el morbo del dardo que no impacta
en el
blanco, y otros signos de la vida,
inciertos, prometedores y furtivos
como una forma nueva de volver a casa.
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El frío ha desaparecido. La realidad
irrevocable
es ahora
su propia premonición, regresas cansada
como yo, sin prepararnos en cuerpo y espíritu
para lo
que ocurrirá: la paranoia por el apocalipsis
en tu caso, las artes de la oscuridad que me
impiden
dar con la cerradura del departamento en el
mío.
Conocemos bien la tristeza y sus pálidos ejes,
los
injustos contratos del silencio, aquel infierno
particular
repleto de relojes, pero también el amor,
estéril
como un camino que se desvía, urgente
como las
drogas que transportamos en la guantera
del
automóvil para calmarnos, drogas romboides
que
florecen y brindan paz. Eres intratable,
deliciosamente intratable, una roca viviente,
el punto de no retorno, las siemprevivas sobre
la mesa.
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La verdad cambia con las estaciones. Un otoño
que
cumple las leyes del invierno dentro del laberinto
de la tarde, manteniéndonos en la oscuridad,
sabiendo de los desacuerdos entre la luz y la
sangre:
si una
entra en contacto con la otra significa
que las
cosas andan mal. La oscuridad desplaza
sus requerimientos hacia las membranosas
aduanas,
hacia los tatuajes del Estado y otras
instituciones
que mantienen este país de pie en esta época
tan fría y silenciosa donde la desmoralización
es un peligro que no debemos tomar a la
ligera.
Hacemos uso de nuestro repertorio humano
y entonces restablecemos el calor que nos
falta.
También
preguntamos la hora en nuestros sueños
para encontrarnos puntuales cada mañana
al despertar. Afuera, un árbol en la ventisca,
autolesionándose como una amarga adolescente.
Fotografía de Isabel Muñoz
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No hay películas que ver, salimos al bosque.
Es lo mejor de vivir en este pueblo: la
sabiduría
baila
esbelta entre los árboles, el abrazo de la noche
ha
llegado muy temprano. En el cartel de entrada
puedes mirar cómo se balancean los acantos
del
alfabeto. Me acompañas temerosa
porque merodea la tormenta pidiendo la hora
a los
transeúntes, solo para despistar. La luna
resulta a
esta hora un sol esquizofrénico
bajo el
que te hablo de proyectos que jamás
concretaré,
pero no hay películas que ver,
ya sabes que lo calculado no me conmueve,
pero
quizá no eres lo bastante inteligente
para comprenderlo como deberías y me siento
terrible de solo pensarlo. Hemos entrado
a los huertos del bien y el mal, en los
irreprochables
colores de la oscuridad, solo para besarnos,
por el puro gusto de retirar nuestros labios.
Regresamos a casa sin pensar en el día
siguiente:
sabemos bien que tendremos mucho tiempo
para elogiar nuestras formas sensibles y
espirituales
y gozar de nuestras edades no demasiado altas