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jueves, 11 de septiembre de 2025

JASMÍN CARMINA. DESDE AQUÍ TODO ES FIN

 


Los poemas que constituyen el universo de mi libro «Desde aquí todo es fin»,   manifiestan la inquietud, casi una ansiedad, por crear un universo ficcional que pretende reflejar la historia conflictiva, caótica y aún doliente del Perú. Y más que proponer alguna historia bien contada o un refinamiento de la historia oficial de nuestro país, el libro pule antiguas preguntas y propone algunas nuevas sin ningún afán de ofrecer una respuesta directa o complaciente. En esta historia mal contada ríos, la pampa, campesinos, soldados y la misma guerra dan testimonio de su papel dentro de ella, muchas veces, y sin darse cuenta de ello, entretejen la ternura y la violencia en sus discursos. Parte de la escritura proviene de la revisión de archivos de la memoria, especialmente de testimonios recogidos por el LUM así como poemarios que llegaban a mí de una forma desordenada y que, por lo tanto, se manifestaron en el libro de la misma forma. Todo ello me permitió crear un Perú que cruzaba su geografía con otras, y de la misma forma su lenguaje. Por ello es que el libro manifiesta testimonios a través de la palabra y la imagen, sumando el desconcierto o la comprensión, dependiendo de quién lo lea.
JASMÍN CARMINA


eMBAJADA ZÚRICH

 

La orbe de diosa

pampa pampita de glucoso ñuqchu dubitando en un eje de metaloides y estrellas Allí mismo, un reino de guerrero

Vorágine y humanidad

Una sola amistad,

Las otras espadachines de utilería limeña

que tajan el amazónico ande ¡Oh vengeful blade! ¡Oh sweet vengeful! Y así,

Ojeando

/Silencio/ ojeando

Dejan todo a la vigilia, capsulados en una lacrimógena venenosa, dos ojos por dos que miran y se desangran

Otras de ellas, sensuales y estúpidas

tensan la pupila un kilómetro atrás /allá entre Pizarro y la ficción/

Regurgitando en fotogramas a la parida andina en peñazcos de arena ¡Oh Zúrich, de dónde no más! ¡Llamar diosa a una pléyade campesina de verbo mudo, de críos zafios y apeonados! ¡Ella diosa de una urbe vorágine, selva que no es selva, ciudad que no es ciudad! Entonces qué

¡Oh Zúrich! Esta montañosa cadena de dioses disecados confunde la frontera ¿Dónde empieza Lima y dónde termina Ayacucho?

¡Fuck!

- ha asesinado al Ausangate en nombre del guerreo, atravesado por kilométrica

dinamita en la boca del Apu ¡Ooh civilización, deja de verbar, un siglo de calma!

/Silencio/

Cae la cuerda del contrabajo

/Silencio/

aquí muere la lengua que tanto ha luchado contra el ruido, jilguero de espanto. Silenciar la historia del guerreo, del terrorismo chino, de Zúrich piadoso... Aquí solo queda el ruido de la sintaxis limeña, la voz de cojudo que se baña en ñuqchu indigena y almendras ordeñadas. Por qué silencias tanto tu pulmón atravesado por la pólvora ¿Acaso no puedes hablar sin tu cuerda laríngea?

¡Oh Zurich!




TESTIMONIO DE LA CANDELA MATERNA 

Señores, yo pues voy a contarles a ustedes los rincones del mundo que he caminado para recuperar el cuerpo fragmentado de mi hijo. A ese mi hijo me lo quitaron por nombrarlo, fue su nombre condena de su desaparición y célula jilquérica que ahora no sabe cómo detenerse, por ese motivo no voy pronunciar su nombre. Yo no vengo con ninguna mentira acá, solo con el cuerpo que he arrastrado por años. Así pues, mi hijo fue traído a este mundo como un ser completo, no hacía falta sed o sequía, pero aquel día, amaneciendo el dieciocho de junio penetraron mi casa. Allanaron con el agua marina, que por primera vez saboreé, la casa que mi marido y yo extendimos de la tierra cuando nuestro hijo perdió su primera extremidad. Nos sacaron en la noche con la marea de cresta lunar, de los pelos nos jalaron hasta el patio, y con sus balas hablaron en una lengua que no comprendía bien,

¿Dónde está la cartilla de este apestado? diciendo. Ahí fue cuando mi maldita boca aprendió a responder en esa lengua polvórica. “Papacito, mi hijo perdió su lengua en una pelusa del cardo. No puede decir su nombre” diciendo. Entonces con sus bocas ladraron golpes al cuerpo de mi hijo que todavía sostenía su ser, y diciendo así yo pensé que lo soltarían “Su nombre es 1534, yo misma me lo he traído a este mundo. A mi hijo no le hagan nada, si quieren carne llévenme a mí” diciendo.

Aquella noche se lo llevaron, yo desperté en el piso viendo como la noche se iba persiguiendo a los sinchis, no sé porqué pensé en el mar.

 

 


 

 

Los días siguientes fueron pura bajada, mi cabeza avanzaba más antes que yo buscando proximidades contestatarias. Dejé Huanta con la punta del paladar aún metaleando el día anterior, como sintiendo el sabor sanguíneo en pleno yodo. Desde entonces mi lengua no encontró silencio ni quietud, solo costumbres chaccheantes. Cada día parlar parlar parlar, esperando alguna respuesta que no hace más que darme la espalda. Cuando llegué al primer puesto acuático de La Mar y pregunté por mi hijo, me dijeron “Aquí no está, debe estar en el puquio de Denver, dos pisos más abajo”. Y así bajé yo a Denver, donde encontré un telar de hombres y unos cuantos brazos mal cocidos, de ahí también me botaron un piso más abajo “Aquí no han traído ese nombre, debe estar en el puesto marino de Cangallo”.


Así bajé yo hasta donde el mundo se convierte en catarata. Nunca llegué a ver el mar del que tanto decían los sinchis. Desde allá abajo solo queda la subida

 

 

 

 

De tanto desgastar el paso yo solita me hablaba “¿Dónde no más estará la respuesta? ¿Por qué la duda? Dios me ha abandonado. Ahora mi útero está vacío y mi único hijo se volvió un par de líneas malformadas que nadie sabe reconocer” diciendo. Así subía mi cabeza adelantando mis pies, sus pensamientos juglarinos nublaban mi vista, el aguijón hambriento de la urbe. De pronto, en el apartado “Infiernillo” del cañón de Colorado, quinta esquina ovoide de la médula de Dios, encontré las primeras diez almas que ahora ya deben haber caído del mundo. Sus cuerpos confundían su materia con la de los otros ¿de quién era la mano que reposa al lado del ñuqchu del otro? Nada parecía pertenecer a uno mismo, todo era otro. Y otreando lo ajeno, empecé a restaurar lo que habían sido así no más un hombre, un caballo, un jinete y el cielo. Fueron nueve almas reconstruidas pero la última era pura ausencia, le faltaba todo: lo de arriba, lo del costado, lo de adentro. Ese era mi hijo, o al menos una parte.

 

 

 

CHUSCHI  ^ DENVER 

 

[<>]

La inmensidad guirnalda

Está noche Denver ha garuado en mi ventana, silenció el flaco susurro que todavía se resistía La vida se agiganta dos noches más

Esta noche he vivido un río a su lado, la historia del Amazonas de inicio a fin, hasta ser la cantuta estelar chilena.

 

 

[-]

Crespas del germen polvórico,

subieron al cielo inmensas almas abandonadas en la tierra de Chuschi. Y Denver siguió lloviendo.

 

 

[--]

El soldado N° 2580 de la división de acuáticos y demás,

dubitó tres veces antes de pisar al último gogorgillo desmemoriado que saltaba de uno de los 4057 perros ahogados

 

 

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“Me aqueja el recuerdo, hay demasiadas voces aquí” “yes, and?”

“Arde la carmina de mis labios, nosotros nos llamábamos yo antes de ti” “glass and other, we and you”