eMBAJADA ZÚRICH
La orbe de diosa
pampa pampita de glucoso ñuqchu
dubitando en un eje de metaloides y estrellas Allí mismo, un reino de guerrero
Vorágine y humanidad
Una sola amistad,
Las otras espadachines de
utilería limeña
que tajan el amazónico ande ¡Oh
vengeful blade! ¡Oh sweet vengeful! Y así,
Ojeando
/Silencio/ ojeando
Dejan todo a la vigilia,
capsulados en una lacrimógena venenosa, dos ojos por dos que miran y se
desangran
Otras de ellas, sensuales y
estúpidas
tensan la pupila un kilómetro
atrás /allá entre Pizarro y la ficción/
Regurgitando en fotogramas a la
parida andina en peñazcos de arena ¡Oh Zúrich, de dónde no más! ¡Llamar diosa a
una pléyade campesina de verbo mudo, de críos zafios y apeonados! ¡Ella diosa
de una urbe vorágine, selva que no es selva, ciudad que no es ciudad! Entonces
qué
¡Oh Zúrich! Esta montañosa
cadena de dioses disecados confunde la frontera ¿Dónde empieza Lima y dónde
termina Ayacucho?
¡Fuck!
- ha asesinado al Ausangate en
nombre del guerreo, atravesado por kilométrica
dinamita en la boca del Apu ¡Ooh
civilización, deja de verbar, un siglo de calma!
/Silencio/
Cae la cuerda del contrabajo
/Silencio/
aquí muere la lengua que tanto
ha luchado contra el ruido, jilguero de espanto. Silenciar la historia del
guerreo, del terrorismo chino, de Zúrich piadoso... Aquí solo queda el ruido de
la sintaxis limeña, la voz de cojudo que se baña en ñuqchu indigena y almendras
ordeñadas. Por qué silencias tanto tu pulmón atravesado por la pólvora ¿Acaso
no puedes hablar sin tu cuerda laríngea?
¡Oh Zurich!
TESTIMONIO DE LA CANDELA MATERNA
Señores, yo pues voy a contarles
a ustedes los rincones del mundo que he caminado para recuperar el cuerpo
fragmentado de mi hijo. A ese mi hijo me lo quitaron por nombrarlo, fue su
nombre condena de su desaparición y célula jilquérica que ahora no sabe cómo
detenerse, por ese motivo no voy pronunciar su nombre. Yo no vengo con ninguna
mentira acá, solo con el cuerpo que he arrastrado por años. Así pues, mi hijo
fue traído a este mundo como un ser completo, no hacía falta sed o sequía, pero
aquel día, amaneciendo el dieciocho de junio penetraron mi casa. Allanaron con
el agua marina, que por primera vez saboreé, la casa que mi marido y yo
extendimos de la tierra cuando nuestro hijo perdió su primera extremidad. Nos
sacaron en la noche con la marea de cresta lunar, de los pelos nos jalaron
hasta el patio, y con sus balas hablaron en una lengua que no comprendía bien,
¿Dónde está la cartilla de este
apestado? diciendo. Ahí fue cuando mi maldita boca aprendió a responder en esa
lengua polvórica. “Papacito, mi hijo perdió su lengua en una pelusa del cardo.
No puede decir su nombre” diciendo. Entonces con sus bocas ladraron golpes al
cuerpo de mi hijo que todavía sostenía su ser, y diciendo así yo pensé que lo
soltarían “Su nombre es 1534, yo misma me lo he traído a este mundo. A mi hijo
no le hagan nada, si quieren carne llévenme a mí” diciendo.
Aquella noche se lo llevaron, yo
desperté en el piso viendo como la noche se iba persiguiendo a los sinchis, no
sé porqué pensé en el mar.
Los días siguientes fueron pura
bajada, mi cabeza avanzaba más antes que yo buscando proximidades
contestatarias. Dejé Huanta con la punta del paladar aún metaleando el día
anterior, como sintiendo el sabor sanguíneo en pleno yodo. Desde entonces mi
lengua no encontró silencio ni quietud, solo costumbres chaccheantes. Cada día
parlar parlar parlar, esperando alguna respuesta que no hace más que darme la
espalda. Cuando llegué al primer puesto acuático de La Mar y pregunté por mi
hijo, me dijeron “Aquí no está, debe estar en el puquio de Denver, dos pisos
más abajo”. Y así bajé yo a Denver, donde encontré un telar de hombres y unos
cuantos brazos mal cocidos, de ahí también me botaron un piso más abajo “Aquí
no han traído ese nombre, debe estar en el puesto marino de Cangallo”.
Así bajé yo hasta donde el mundo
se convierte en catarata. Nunca llegué a ver el mar del que tanto decían los
sinchis. Desde allá abajo solo queda la subida
De tanto desgastar el paso yo
solita me hablaba “¿Dónde no más estará la respuesta? ¿Por qué la duda? Dios me
ha abandonado. Ahora mi útero está vacío y mi único hijo se volvió un par de
líneas malformadas que nadie sabe reconocer” diciendo. Así subía mi cabeza
adelantando mis pies, sus pensamientos juglarinos nublaban mi vista, el aguijón
hambriento de la urbe. De pronto, en el apartado “Infiernillo” del cañón de
Colorado, quinta esquina ovoide de la médula de Dios, encontré las primeras
diez almas que ahora ya deben haber caído del mundo. Sus cuerpos confundían su
materia con la de los otros ¿de quién era la mano que reposa al lado del ñuqchu
del otro? Nada parecía pertenecer a uno mismo, todo era otro. Y otreando lo
ajeno, empecé a restaurar lo que habían sido así no más un hombre, un caballo,
un jinete y el cielo. Fueron nueve almas reconstruidas pero la última era pura
ausencia, le faltaba todo: lo de arriba, lo del costado, lo de adentro. Ese era
mi hijo, o al menos una parte.
CHUSCHI ^ DENVER
[<>]
La inmensidad guirnalda
Está noche Denver ha garuado en
mi ventana, silenció el flaco susurro que todavía se resistía La vida se
agiganta dos noches más
Esta noche he vivido un río a su
lado, la historia del Amazonas de inicio a fin, hasta ser la cantuta estelar
chilena.
[-]
Crespas del germen polvórico,
subieron al cielo inmensas almas
abandonadas en la tierra de Chuschi. Y Denver siguió lloviendo.
[--]
El soldado N° 2580 de la
división de acuáticos y demás,
dubitó tres veces antes de pisar
al último gogorgillo desmemoriado que saltaba de uno de los 4057 perros
ahogados
[---]
“Me aqueja el recuerdo, hay
demasiadas voces aquí” “yes, and?”
“Arde la carmina de mis labios,
nosotros nos llamábamos yo antes de ti” “glass and other, we and you”