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sábado, 6 de septiembre de 2025

MÓNICA BELEVAN. PALEODROMO

 

foto de Cristina de Middel






Sueños frustrados de editor:

1.    No haber logrado publicar por razones de tiempo, espacio y dinero la obra del poeta ecuatoriano Paco Benavides.

2.   Haber desoído una sugerencia del sociólogo José Luis Vargas: publicar una memoria de los conversatorios de Escribir en el aire aunque sé, en la medida que en el  «centro cultural» que, en realidad es un instituto de idiomas, se nombró a un director para quien el kpop contribuía más a la política que el diálogo, esto habría sido imposible.

3.      No haber conseguido un editor —en los países en que lo intenté— para el libro Paleodromo de mi querida amiga Mónica Belevan. 

Conocí el libro gracias a Paul Guillén y de ahí sólo me quedé con el sinsabor del cierrapuertas editorial. En lo personal, para mí, Mónica, es la voz más auténtica y radical aparecida en el Perú en los últimos 25 años —juegan en su contra detalles (los cito) como «ay, pero es blanca», «¿en latín?, ¿por qué no le dices que escriba mejor en quechua? y otros comentarios de esa índole. Mónica, amén de poeta, es filósofa, ensayista y diseñadora, además de socia fundadora de la firma de arquitectura Diacrítica, con sede en Lima.

Hace mucho que no conversamos. Sin embargo, por lo que la conozco, al leer este post primero se sorprenderá, luego fruncirá el entrecejo y concluirá su perfo con un comento tipo «pero, ¿esos poemas?». Pese a ello no puedo ser tan egoísta de guardar para mí estos textos que, archivados en una caótica carpeta, esperan por aparecer hace 18 años, y más sabiendo que Mónica sabe que, al hacerlo, lo hago sólo por convicción.


Pompas fúnebres para Sforzinda

 Canta, puta, canta

A las sepultureras de Orfeo

Ve si pueden darte lo que a mi me dieron

Boca, paladar, amígdalas y campanilla—

Física y metafísica de la poesía.

 

Ladra, zorra, ladra

A las demimondaines del aúreo musageta

Ve si pueden ya quitarme

El martirio que tus ojos de saeta

Infligieron en éste, tu Sebastián.

 

Clama, perra, clama

A las cegadoras del soberbio citaropatriarca

Ve si pueden ellas darte

Lo que yo te ofrecí

Ve si pueden las sepultureras

Enterrarte, como yo te enterraré

En vida, y en letra, y sobre la superficie de la Tierra

 

Nadie te recordará si/no como al olvido

Más ilustre del peor poeta del país.

 

Retratos incompletos de Lucrecia

 ARCHIMBOLDO: La cara recubierta por las formas lentas y cimbreantes de los frascos, los ojos dos fondos de cáliz, rotos, hondos y resplandecientes de ponzoña; y, para otorgar profundidad al rostro, un crucifijo: que las manos extendidas del Señor marquen el arco tenue de las cejas, y su cuerpo, suave como un pez, deje entrever el rastro de un Padre, varios Hijos y un Hermano.

CRANACH: De éste lado, van los dos primeros: Sforza, escoltado, aquí, por la Verdad, allá, por la Calumnia. Junto a él, el de Aragón, con la impronta sórdida de Cesare, su espejo, al cuello. Y de aquél: el carcelero de Ferrara y la Loba, con las fauces laxas, a sus pies.

BOTICELLI: Pletórica e implosiva, como una presa de la peste, mas desecha en brotes, sombras, bulbos y celajes. La cabellera extensa, suelta, envuelta como una filigrana eclesial entre las piernas, sienta las distancias –falsas, meramente estéticas— entre amores: el profano y el sagrado (puesto a un lado, como si otra cosa fuera).

BRAQUE: Los versos de Ariosto y de Pietro Bembo desvirtuados, hechos trizas, letras, por el lienzo. Por acento, una hebra fina y destructiva de cabello preso.

DE CHIRICO: Alma plena de estaciones, fuerte y ferroviaria. Un suplicio retumbante, como una planta rodadora, y una pila de columnas rotas a un costado, son lo único que nos permite discernir que estamos a la altura de los cuatro vientres de Lucrecia.

BACON: Color y carne desgarrados son residuos del carácter esencial de la Belleza, primer y máximo Inclasificable.

 

 

Quincas Borba

I do not commiserate, I congratulate you
Walt Whitman

Humanitas, Rubião, faculta
Que mi perro corresponda a mi persona.

 La homonimia tiene patas cortas, manchas,
            Un hexágono incisivo por aserradero
A la altura (y a lo largo) de la boca,
Dos caninos y una borla, raída,
Al borde del abismo vertebrado y vertedero de la cola.

            Quincas reconoce a Quincas
            En la seña de los nombres y los rastros dactilares de la orina
            Quincas reconoce a Quincas
            En la calidad retráctil de la lengua,
            En las heces y el hedor puntual de la rutina.

Y usted, Rubião, tampoco alberga dudas
Sobre la acuidad del atavismo
Que indica, como un juez o un perro de aguas,
                   (Quincas da y Quincas quita, da lo mismo)

El lugar exacto donde usted no pudo resistirse a morder
La mano de su amo:
                 Quincas, canis, pantocrator.

 

Ocios de un frenólogo

Qué ve do esa mira cóncava de calavera
siendo que ella, tanto y más artera,
a su vez le observa a través de las cavernas
de sus órbitas exentas de alma, raudas de advertencia

 Qué no ve, colega, para insistir de esa manera
en procurar las semejanzas de la calavera
con los cráneos palpitantes de nuestra clientela

(y con la cabeza que soporta él mismo, aun, sobre la mano abierta)

A sabiendas que las calaveras
             son, al fin y al cabo, idénticas.

 

Damnatus ille!

 

Infeliz quien se aboque a los negocios
en sus ratos de ocio, como este truhán,
que anticipa a toda hora la demora
de la muerte, como quien quisiera ignorar
que se lo atracará sentado y por la espalda
con la propia calavera en mano
como ofrenda a Ker.

 

 

 

 Finisterre


Surterre et basterre, terrefinis

Set, Bastet et Ptah au Ptyx

 

 

Amado, a más me das,

menos me queda por quitarte

El rubor de mis humores me cerciora que recobro ya esa fe de navegante

Fe de rata honrada que abandona el barco

antes de llegar a puerto

por terror al yo y sus circunstancias

por temor a ser yo, además,

la plaga

pudiendo haber yo sido, en mi soledad, azote suficiente

Yo y mi soledad ilota,

yo y mi cero coeficiente.

Oh, preclaro oscuro, cuervo nacarado

Todo vida y toda muerte y todo en vano

Por eso hoy bajé a la mar y esperé

—durante horas y sin suerte—

darme con algún albatros para darle muerte

pero nada,

el cielo se desploma en óleo pero nada

el agua, los catamaranes y las algas

(Turner, pero nada),

la arena que se desabrocha al contacto de las olas

nada

el sol que se hunde en el océano

como en un sartén de aceite

y chisporrotea al apagarse

contra el horizonte

 

Una gargantilla nítrica de spondylus y espumas

luce contra el cuello expuesto de la costa

conchas y burbujas que palpitan como mujerzuelas

bajo el cielo que se tumba,

gato a tierra

hombre al agua

nada, bestia, rema

 

Hoy,

como verás,

no pude desquitarme contra nada que no fueras tú.