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miércoles, 10 de septiembre de 2025

PALOMA YEROVI CISNEROS. PUNTA NEGRA

 



Punta negra lo escribo mientras mis hijos duermen. Muy temprano cuando el día se confunde en la oscuridad. Durante la pandemia al no poder salir, miro hacia dentro de mi casa, miro las habitaciones y las recorro con la memoria. En cada una hay una historia de las distintas etapas de mi vida, de las distintas casas que me habitaron. Esta casa es refugio, claustro y también encierro. Estas paredes se vuelven espejo. Y las puertas de cada una de esas tantas casas se vuelven a abrir.
PALOMA YEROVI CISNEROS

 

 

 

 

 

MADRUGADA

Nací antes del amanecer,
entre la noche baja
y la mañana primera,
presa de la oscuridad
y de sus puertas,
en la plena madurez
del verano.
Fui madre desde niña
como tantas otras niñas,
a veces solas,
a veces con miedo.
Era del acantilado y su orilla,
Era del parque también,
era lo que ahora soy
hasta que llegó
el final de la tarde
y tuve que volver a casa



JARDÍN

Dedicaste las mañanas a criar uvas.

A regarlas de espaldas al sol.

Arrancaste las ramas secas de la hierbaluisa.

Servirán para el té.

Me enseñaste a despertar, cada día, bajo la misma
piedra.

Mientras crecía como una gran ola la ponciana que sembró
el abuelo Alfonso.

Y te ibas aislando de la lluvia.

Y te ibas aislando de las conversaciones que rara vez eran sobre ti.

Quedaste varada en la esquina de tu propia sala.

Cediste tu promesa.

Alimentaste a cada una de las espinas de la casa.

Nos albergaste en las tardes, para dormir sobre tu regazo.



MANTEL

Hundo mis brazos
en un mantel blanco,
aliso sus pliegues
de paisaje natural,
sentada en un lugar
dispuesto por otros.

Bordaste aquí,
tu anhelo,
con estos hilos,
con esas manos
que son también
las mías.

Ni el jabón ni el talco
pudieron con el
el rastro
del pimentón y la leche.

Sembraste
sobre esta mesa
camarones picantes
los viernes del verano.

Nos sentábamos
en fila única
con la cuchara
entre las manos
esperando

que nos sirvieras
el pan cortado
en la boca.

 


PUNTA NEGRA V

He venido,
hasta aquí,
a nacer
con mis hijos.

He venido,
hasta aquí,
a buscar
el mismo cielo.

He venido
hasta aquí,
como
la primera vez.

Tras la ventana
me espera de pie
la sombra
que cuida
la casa
desde adentro.

 

Habrá
que devolverla
a la tierra.



FUI PEZ

Nací en la costa
sobre el acantilado
de las enredaderas.

Cuidaba desde arriba,
el mar.

Sembré en las mañanas
junto a otros inocentes
piedras con venas rojizas
en la bajada hacia la playa.

Hacia mi pubertad
decidí escaparme de noche
y encerrar mis escamas
detrás del faro marino
cerca de mi casa.

Y me mudé a dormir
en medio de las aguas
de Punta Negra,
el balneario más recatado de Lima
el que no tuvo la compasión de los alcaldes,
ni cañerías de agua dulce,
del que sus veredas
fueron desapareciendo
carcomidas por la sal.

En esa playa nací,
en esa playa
despedí a mis abuelos.

Ahora vivo lejos del mar,
en medio de jacarandás
que no permiten saber
si es de día o de noche,
si es que merece la pena
este derrumbe de cajas y bolsas,
esta larga caminata
bajo un cielo cambiante,
este intermitente comienzo.