Punta negra lo
escribo mientras mis hijos duermen. Muy temprano cuando el día se confunde en
la oscuridad. Durante la pandemia al no poder salir, miro hacia dentro de mi
casa, miro las habitaciones y las recorro con la memoria. En cada una hay una
historia de las distintas etapas de mi vida, de las distintas casas que me
habitaron. Esta casa es refugio, claustro y también encierro. Estas paredes se
vuelven espejo. Y las puertas de cada una de esas tantas casas se vuelven a
abrir.
PALOMA YEROVI CISNEROS
MADRUGADA
Nací antes
del amanecer,
entre la noche baja
y la mañana primera,
presa de la oscuridad
y de sus puertas,
en la plena madurez
del verano.
Fui madre desde niña
como tantas otras niñas,
a veces solas,
a veces con miedo.
Era del acantilado y su orilla,
Era del parque también,
era lo que ahora soy
hasta que llegó
el final de la tarde
y tuve que volver a casa
JARDÍN
Dedicaste
las mañanas a criar uvas.
A regarlas
de espaldas al sol.
Arrancaste
las ramas secas de la hierbaluisa.
Servirán
para el té.
Me
enseñaste a despertar, cada día, bajo la misma
piedra.
Mientras
crecía como una gran ola la ponciana que sembró
el abuelo Alfonso.
Y te ibas
aislando de la lluvia.
Y te ibas
aislando de las conversaciones que rara vez eran sobre ti.
Quedaste
varada en la esquina de tu propia sala.
Cediste tu
promesa.
Alimentaste
a cada una de las espinas de la casa.
Nos
albergaste en las tardes, para dormir sobre tu regazo.
MANTEL
Hundo mis
brazos
en un mantel blanco,
aliso sus pliegues
de paisaje natural,
sentada en un lugar
dispuesto por otros.
Bordaste
aquí,
tu anhelo,
con estos hilos,
con esas manos
que son también
las mías.
Ni el jabón
ni el talco
pudieron con el
el rastro
del pimentón y la leche.
Sembraste
sobre esta mesa
camarones picantes
los viernes del verano.
Nos
sentábamos
en fila única
con la cuchara
entre las manos
esperando
que nos sirvieras
el pan cortado
en la boca.
PUNTA NEGRA
V
He venido,
hasta aquí,
a nacer
con mis hijos.
He venido,
hasta aquí,
a buscar
el mismo cielo.
He venido
hasta aquí,
como
la primera vez.
Tras la
ventana
me espera de pie
la sombra
que cuida
la casa
desde adentro.
Habrá
que devolverla
a la tierra.
FUI PEZ
Nací en la
costa
sobre el acantilado
de las enredaderas.
Cuidaba
desde arriba,
el mar.
Sembré en
las mañanas
junto a otros inocentes
piedras con venas rojizas
en la bajada hacia la playa.
Hacia mi
pubertad
decidí escaparme de noche
y encerrar mis escamas
detrás del faro marino
cerca de mi casa.
Y me mudé a
dormir
en medio de las aguas
de Punta Negra,
el balneario más recatado de Lima
el que no tuvo la compasión de los alcaldes,
ni cañerías de agua dulce,
del que sus veredas
fueron desapareciendo
carcomidas por la sal.
En esa
playa nací,
en esa playa
despedí a mis abuelos.
Ahora vivo
lejos del mar,
en medio de jacarandás
que no permiten saber
si es de día o de noche,
si es que merece la pena
este derrumbe de cajas y bolsas,
esta larga caminata
bajo un cielo cambiante,
este intermitente comienzo.
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