En la habitación luces
y sombras, y el mundo afuera un
fondo gris, ese pájaro que temprano
aplastó su cara contra el asfalto
sin esperar migajas del cielo.
Introducir en la mente piedras
es pensar, detrás y callados
los navíos marcan el agua, suman
el sentir del barro; pero otro
pensamiento viene, y el tropel
de muertos hiere la cara. Recibo
el viento, el corte en la superficie
marca un río de ángeles que caen,
al fondo todo el mundo disimula.
Entre tomar aire y exhalar
la totalidad del mundo. Como furias,
mastines detrás de una presa demasiado
veloz. Ruidos de fondo, frecuencias,
llovizna. La presencia sobre lo que
no existe, pero ocupa la mente.
Voracidad y una inquietud de mármol.
O como un cuadro que no se comprende.
El temblor y su ejercicio, una
máquina que día a día con su ruido
hace de la fatiga una virtud.
Plantas asoladas en el baldío, flores,
y un encanto que el hielo quema
aun con el reflejo de las estrellas;
todas aquí arriba, como gritos.
La confusión es un punto que hace oscilar
la totalidad del cuarto. Un cuadro en donde
los detalles adquieren presencia y vástagos
fantasmales. Sierpes, flores en apertura y un
sonido de quiebre ante la incredulidad de los ojos
del animal de la calle. He aquí sus colmillos,
su baba espesa, el diamante en la explosión
del fuego; y voces en la novedad de la noche,
que dejó de ser oscura. Aquí cada maniobra
de luz es una conspiración, el manto de piedad
que nace al quebrarse, un ángel que desova.
Darse cuenta de vivir en el error puede traer
fantasmas del pasado, una acumulación de pesadillas,
y la seguridad de haber conducido a la familia al lado oscuro
del río. No se comprende el mundo desde el silencio
y tampoco se lo imagina sin sus cadáveres. Aquí la piel
al calor de la arena, las disculpas y el anzuelo en busca
de un pez que lleve la carnada hasta el fondo; y que el paisaje
se disipe como quien grita desde un puente, tierra
en movimiento por el discurrir de los insectos. Buscaba
eludir la noche y apareció el desierto, manos en la arena, huesos.
Una incertidumbre diferente cada día,
como el extranjero que visita sitios en donde un edificio,
un lago y una autopista pueden resultar extraños;
así la punzada de una lanza en mi costado.
Suena todo alrededor, aunque solo sea silencio o aire
en donde se medite una alternativa a las palabras, a la función
del bosque alrededor del barro. Y debajo de la parra el rayo
que quema cada hueso que da su cara al sol, a la intermitencia
de los insectos. Aquí la verdad solapada, una evidencia,
cabras que aparecen en sueños, dada la pesadez del mundo.
Un animal de deseo no puede
abrir la noche de par en par
sin que se fracture el mundo.
Y no es en la ruina al día siguiente
donde comprende su error,
sino en los cristales rotos,
el detalle de Dios en lo íntimo.
Ese hielo, el punto de fluctuación.
Aquí la maleza sostiene
árboles, distantes aunque cercanos
como gacelas que atrae la mente.
En todo su esplendor el delirio
parte de un recuerdo;
y en la sangre y en el sudor brotan
pensamientos que de ser ciertos
darían miedo. Si ustedes tan solo vieran,
pareciera que se creara de nuevo el mundo.
Bestias, sal,
un correr de agua
hacia el mar,
o la idea
refulgente de un carruaje
con sangre en el
camino. Es que todo
lo vi, hasta el cielo,
esa forma
de violencia.
Mosca posada sobre un
vaso roto y el vacío
de la mente, una pulsión
hacia lo perfecto e inacabado.
Y detrás plantas, un limonero,
reptiles del periodo Triásico,
en una selva donde
desperdigados los objetos
causan esplendor, bestias
púrpuras. Y la obsolescencia del ser,
sus miasmas y su comprensión
de lo sensible hasta despertar
a los gritos o en silencio.
Abiertas las compuertas puede
venir fría el agua y traer calma
o escalofríos de música pagana,
aunque el sol agriete la piel
y el barro, y den las horas
su mueca de víspera, su canto.
"Padece en el fondo de una cueva
lo alucinado. El sol sale y vuelve
a caer y no hay incendio, sino
la noche en un haz de estrellas,
una araña sobre la nieve que desprende
sus presas mientras avanza"
"Si en sus cálculos hubo error, es que allí
quedaron sus muertos, moscas que van
y vuelven intactas alrededor del cielo"
Todo sol
tocado por el frío
trae viento.
Entra en tropeles
de caballos y eriza
la piel en granos
de arena, y al tacto
da temor o placer,
como quien gime
al partir el pan,
al beber el agua.
Silencio y campanas
desde la capilla
ante los astros
y el milagro;
cada uno comprende
a Dios en sus formas.
Hubo aquí belleza y telas que envolvieron árboles
y hombres percutidos por el frío; y dentro nuestro
las melodías del cangrejo en su vuelta a las aguas,
al borde mismo de los acantilados y sus rocas, voces
que hicieron de la mente su morada, el acto de una
intuición hecha a medida de lo alucinado. Llantos
en ceremonias de sal, puras de tanto detenerse
contra el suelo a esperar el ocaso, su desborde.
Nos adelanta el sol hacia la furia
del verano. Y arrepentidos de no ver
más allá de los tapiales, el mundo
parece acabarse; ahora movés tu pie
y es lo sagrado ante lo profano,
un cielo de tejas rojas que amedrenta
la plenitud, un estar vivo en la quietud,
en la sala de situaciones de la vida.
La materia hecha de sombras nos oculta,
los mendigos sumergen su cuerpo bajo
las telas de la realidad, como si de dioses
se tratara. Aquí se apoyan la vida y la muerte.
Después de (disculpas) haber dejado
la casa y la psiquis de mis seres queridos
hecha escombros y (también) polvo,
tengo el deseo de construir. Aunque
el presente sea polvo y escombros
y el futuro un agua de río que corre
a trasmano de los campos y el ganado,
la idea en mi cabeza surge reluciente.
Porque hasta aquí llegué (disculpen)
a rastras y no de una forma al menos
elegante; hubo errores, un manicomio
repleto de fantasmas, (hubo, señores) real-
mente calamidades y formas de morir.
Y quiero, con el fervor de quien decide
qué hacer de ahora en más, dar el salto.
(Cerca se escucha la risa de las aves).
Porque hay un comienzo y un final y en medio
una montaña (disculpen) de cadáveres.
¿Era la pastilla la que te ayudaba
o la que te destruía? Siglos antes
de nacer, tu voz era un animal que se oía
en el tembladeral del mundo; ahora
la estela de un cometa vista por un águila.
¿Supiste permanecer? ¿Decir adiós con la mano
y alejarte bajo las luces? El pez no se sumergía
mejor que tu cabeza ni abría la boca esperando
la lluvia. ¿Hay voces que te hablan? ¿Un ser gris
en la fachada de unos carteles de neón?
Aquí el polvo permanece en el polvo
y la rabia ubicada en el costado donde estaba
el corazón. Siglos después, y tan vivo que duele.
Mi tiempo se acabó. Debo buscar
un trabajo o huir hacia los campos,
ser un cuadro de Andrew Wyeth,
terminar con las liebres y los pájaros.
En la ruta cruzan los camiones,
y sobre la laguna podría vivir, si tuviera
el valor, el reposo. No soy lo que elijo
y ya dudo del futuro de mi bondad,
ese rastrillo que ahora todo lo barre.
Hojas que el viento trajo
hasta la sombra de un árbol
mueren como perlas en el fondo
de un mar iluminado.
Y el correr de la arena
hacia la playa trae
el color confuso de los peces;
joyas que el sol muestra
ante la aparición de las estrellas.
Mundo que no comprendo y amo.
Árbol estallado en ramas,
aserrín abierto al sol como
la nuez partida y repleta
de brillos. Y esto que pienso
en lo nocturno, estalactitas
prendidas aún del agua,
gritos al cielo, perfumes,
y el hacha, que dispone
a desaparecer el carácter,
hechos y rispidez de furia.
No alcanza el árbol a tapar el sol, mínimas
sus ramas solo giran ante el viento. Si el clima
escupe su fuego, tendrá la madera un devenir
de astillas y el cuadro del pintor luz y movimiento.
Lo que se percude es lo material y no la mirada,
y si los ojos fallan, lo sensible llegará a las manos;
formas de la creación o del desvelo, porque aquí
un hombre despertó y de su boca brotan algas;
y aunque intenten explicarlo con palabras será ahogo
y no risa. Nombren al árbol, su sombra de animal
extinto y a esa luz que detrás del terraplén sacude tallos.
Habrá trabajos y días y un cielo cubriéndolo todo.
Tachaduras. En el cuaderno
de notas hubo y no palabras
como flores luego de una helada;
caen ahora y no soy el que comprende,
sino quien escribe y permanece.