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lunes, 8 de septiembre de 2025

JORGE FRISANCHO. CAMPO MINADO

 


Frisancho se confiesa atónito ante la deconstrucción del (al parecer) peligroso término “nosotros” en este maremágnum llamado presente donde en el “oráculo” de Google la acepción “yo” aparece citada en siete millones de instancias, cuatro veces más que el vocablo “nosotros”; donde el narcisismo pariente del selfi reconstruye solitarios yoes desde el hábitat del homo photographicus. Así, para el poeta vivimos y estamos desamparados en el páramo de las palabras, y, a pesar de ello, sacudido por la solidaridad se pregunta a viva voz qué se le debe a quién si no es a todos, todo/ qué te deben estas voces tentativas/ qué te debo cuando estoy a ciegas/ hermana, hermano que me miras/ si no es esta pluralidad que nos desdice, este abrirse repentino/ de lo pronominal, este acto de sumar que nunca cesa/ esta suma continua/ que nos hace a cada uno, y a dos/ multitudes sedientas…
Jochy Herrera


 

Nuestras esperanzas se cifran en el proceso, dije
pero de eso preferimos no hablar.

Sin saber exactamente quién ha provocado qué
cuáles son los compromisos y las deudas, las promesas
zigzagueamos en busca de terrenos neutrales

sobre un mapa que le pertenece al pasado, y planteamos hipótesis idiotas
en perfectas previsibles letanías
                                                              —ahora

nadie está diciendo nada
y a nadie le parece importar.


Mas no hemos venido aquí para solucionar problemas.


Hemos venido a contemplar este paisaje
y alejarnos de él como prófugos de nuestras geografías
hacia escenarios que se saben de naturaleza virtual

                                                            y aun así
                                                           queman al tacto.

Pregunta:

¿ha llegado el momento de considerar las trayectorias de concentración, los hábitos de consumo, las demandas materiales de existir

en el poema?


En otras palabras:

                                                ¿cómo decir paisaje

                                                  sin decir incendio?

 

 

 


Náufragos en el torrente de lo potencial, desiguales a cero, subsumidos
en la hipótesis de muchísimos mañanas
estábamos al borde de nuestra totalidad, vueltos hoguera
pendientes del plural y sus desasimientos
pero perdimos el mundo y las cosas del mundo
en el ácido vocabulario del capital, y lo abandonamos todo
a los devoradores desiertos del porvenir, amantes de su máquina y su causa.


Densos de diseminación, aprendimos a vivir en el desequilibrio,
en los espacios intersticiales, en los falsos mapas.

Sobrevino el llamado de una línea de fuga, el nómada deseo
de territorios en descomposición, una épica del tránsito a lugares vacíos
desde lugares vacíos:
                                    haces de palabras sin cesura, abiertas al abismo.

Nos hablamos de distancias en persona singular, atravesando la herida.


Nombramos los espejos y sus inecuaciones
con la lógica voraz de una secuencia de infinitos, y lo colonizamos todo
con el estrépito de nuestro silencio, en campo expandido.


Nos hablamos de ausencias, de escisiones, de pequeños objetos sin significación
de números que solo se numeran a sí mismos
—dadores de su propia ley, soberanos de su sinsentido, músicas puras en planos de metal, en perfecto]
                                                 equilibrio.

 

Perdimos el mundo y las cosas del mundo
en la suma asonante de lo residual

                                               —cuerpos en el cepo / sujetos de acumulación
                                                  como quimeras de crecimiento—

e hicimos de sus fragmentos una nueva manera de mirar, una forma sin forma

una sombra de su sombra en las palabras

un rezago de la voz que calla en el interior, escuchándose los vacíos.

Apelemos por eso al resto de todo lo tangible, al pulso de nuestro mineral en un órgano vivo]
que niega su negación con estallidos, con múltiplos de estar
de dos en dos, y más, no de uno en uno
                           —nunca de uno en uno.

Ese es el punto de partida de este desdoblamiento, y ese es el trayectodel verbo
con que lo nombramos, con sed de denominador, pasaje y piel de lo que aúna
a una multitud ya sin derrotas, lo que suma
su savia y su semilla conjugada en futuro, y hace así a ciegas lo que se liberará
en el hermoso espejismo de los nuevos plurales transitivos


piedra angular en pie de desinencia, eco de su proliferación
en el mapa de un amanecer con llamaradas

como una voz fuera de sí, como un renacimiento.

Y qué renace sino la posibilidad
del habla y sus criaturas, ese campo minado.

Qué renace sino el cierre de ser en el bullicio, en el puro rugido
de lo múltiple y el margen, en la forma del retazo que se ata al retazo
y a su huella
                                —en la sutura, en el metabolismo
de todos los vocablos que murmuran el mínimo del mundo
y la necesidad de su transformación

por el inacabable hacerse de nuestros nominativos
en el cúmulo de cuerpos que emancipan
(de dos en dos, y más, te dije, nunca de uno en uno).


Que se haga así entonces esta momentánea masa
y que se llene de voces el sitio en que palpita
arrasando el vacío con la música de sus latidos


y que se cierre su círculo
contra las tentaciones del espejo
en el espejo, contra la puesta en abismo
de todos los sintagmas que se abren
al aire de la multitud, a voces vivas


y que se habiten de fuego las palabras más llanas
para dejar atrás la negativa que nos condiciona
          —agotadas las formas del presente—
a ser solo sujetos de ninguna historia

y a nombrar la belleza de los monstruos que engendra, o que libera
en la quema de lo que continúa, la ruina de lo que termina.

 

                                                                                   
                                                                                               
                                                                                                            (coda)

 

Pensaba, penitente, en todos estos cuerpos callosos
que se arrogan el derecho de alunizar
en ejercicios de disonancia, sobre terreno fértil
para la continuidad de las especies, mas no para nosotros
que desconocemos las preguntas fundamentales
y viajamos a ciegas de contracción en contracción, de espasmo en espasmo, y viceversa
vagamente marxianos en nuestras predisposiciones (o quizá ni siquiera —ni quisiera)
pero pensaba en ellos como se piensa en un cuerpo presente
abierto a toda posibilidad, incluyendo la de su derrota, o al menos la de su final
que, como todos los finales, es parte de la naturaleza
o la naturaleza misma, aprehendida
en su momento de ser, naciente por su diseminación, sumante por sus restas —por sus restos, plena
por lo que se le quiebra, y bella, sobre todo bella por su finitud
que desafía todas las disquisiciones
y vuelve borroso todo espacio intersticial
y nos hace terrestres en disolución, hipostasiados
por la tiranía del aparecer, y pensaba en ellos como quien se suma,
estrofa tras estrofa, a su progresión alucinada
llamándolos hermanos con una mano en alto, llamándolos amigos, compañeros, compañeras
pero sin ironía, con abrazos, en mitad de una calle que se puebla de presencias
cada una con sus apellidos y sus nombres
cada una con su ser social y su conciencia social
a la salida de un cine, por ejemplo
o en la puerta de un supermercado
cada una con sus necesidades y sus contingencias
cada una con sus vestimentas y sus sudores y sus desasosiegos
cada una con su mochila y su deseo sin resolución —revolución
y con sus sueños, sobre todo sus sueños
que no saben perderse en el mundo tal cual es
ni declaran su inexistencia o se hipotecan a los vaivenes de la vacuidad
(significados puros contra la impertinencia de lo real)
y pensaba en ellos como quien desdice su sincero desconcierto
y abre una ventana en lugar de cerrarla
aquí mismo, en esta hoja de papel intransitable
abre una ventana en lugar de cerrarla

                                     con la necesidad de contrariar adversativos
                                     e imaginar todo lo imaginable, todo lo redimible
                                     en el mínimo espacio de un encuentro animal
                                     en un campo común que no se sabe común
                                     y clausura sus declinaciones y sus consecuencias
                                    para hacerse navegable en la tierra de nadie
                                    feroz como frontera, como campo minado
                                    es decir, un tránsito, un ansia
                                    en pos de un horizonte pluripersonal
                                   de cuerpos que se palpan, que palpitan
                                   y se aúnan en una multitud sin predicados
                                   contra la teoría de su soledad
                                   contra las abstracciones de su soledad
                                    contra las emanaciones de su soledad
y respira.



                                                                  (Textos del libro Campo minado)

 

SILVIA GUERRA. ESAS FIGURAS DE LA MODULACIÓN

                                                                                                                                fotografía de eunice adorno


 

 Cloto

Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora

un fino entretejido se suspende: alguien

habla de dos, otros de cifras que son inmensas cantidades.

 La ascendencia se pierde en estratos

que no tienen demasiada importancia.

 Se nombran los caminos los pazos los pequeños jilgueros.

 Se camina sonriendo por la empinada cuesta

con las botas sucias del barro del camino.

 Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes

de un aire

que ahí arriba se dice que es purísimo.

 Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.

 Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío

me preguntan algo que no entiendo, no entiendo qué me dicen

no entiendo qué hago ahí, por qué me siguen.

 Y yo no sé qué hacer, y ellos tampoco.


De Nada de nadie

 


Verbigracia

 

Hilos. Invertebrados. Largas madejas.

Tubérculos oscuros.

Leguminosas.

Rizoma.

Emerge hacia la superficie. Corre

como cordel, pequeños bulbos

Familia se escribe con minúscula, es un yuyo.

Ovario ínfero, es el que duele por el rema, es

lo que queda. Una semilla sin endoesperma,

el almacenamiento es en depósitos, el

almacenamiento es como el tiempo, no es de nadie

Está, permanece, gotea en los galpones.

Entra y sale la gente los animales las demás semillas,

todo. Él permanece humedecido en la penumbra quieto.

Los cotiledones son oleosos en el ovario ínfero, el embrión

de la semilla es recto. Gineceo

es la posición del ovario

Puede decirse infinitos

La dispersión es por el viento

O los insectos.

 De Nada de nadie

 

32

En la otra punta de la línea se balancea la impotencia

 Pero en medio está todo. Pugnando por su forma imposible.

 Acumulándose en el producimiento interminable. Se huele

 se oye el ruido de fondo que acelera su pulso. Emerge

 de los sueños mezclada con la niebla en jirones, crujiendo

 de asombro en la penumbra. Acunada, y el diálogo

 amoroso que descansa en la paz del laurel. Preferís el mes de

 tierra removida como marca el recuerdo y esa voz

 que se escucha en los andenes de alta velocidad repite

 no te creas –no te creas–

 no te creas –no te creas. Se sostiene porque la sola vida la sola

 manera de estar vivo ha dictado esa cifra. Que gotea en

 la especificidad del tramo. Aparece en los ojos la perdición

 justo cuando la enfermedad daba la vuelta.

 La proyección tira del halo más allá. Que jala. Ya nadie sabrá nada.

 Solamente retumba la voz de los andenes al compás del zumbido

 Y parece que dice Chajá! Chajá! Chajá!

 (de Todo comienzo, lugar)





Foto de Eunice Adorno


Jota aspirada

Hache. Pedazo de aire comprimido

para salir de madre

de la patria de dios. El nombre

que se pregunta en corte

en vidrio, entre dos vidrios.

El nombre del español en femenino el nombre

traducido que también pensamos cuando se piensa

el modo de llamar a una hija. Suerte

la hija suerte la patria

lejos la madre lejos dios, en otra parte. No importa

la manera de decir sed del haber. Haber sido, creer

haber. Sido.

Hay una gracia ahí

En la conjugación del ser, en

Sido.

 

Sin embargo el arrastrar de las flores continúa

 

Una madre hay que dice, que susurra bajito,

que me avisa: “no son besos, Susana, si es el aire”.

 

La letra muda de no nombrar 

pasa entre los dientes separados

entre los dientes

Muda. Una aspiración el celo

que asciende con los ojos fijos en el cielo.

Empaña el espejo: 

Si no es beso

si es el aire

 

Trasegar con las flores inmensas las coronas

en cubos de metal en vasos altos de las terrazas

desprendidas. Ramos, pétalos transparentes

Nácar.

 

Hache, pie que no ha existido nunca

doblada sábana del aire en la arena mojada

se recuerda a la mar; la sábana blanca a la mortaja

el olor de hospital mancha la cama el colchón transido

me recuerdo del mar, el gran mecido sin ojos

que es el mar rito de comenzar perverso volver

a empezar otra vez, otro día, la mano por la tela; 

En el espacio vacío puede haber hasta, todavía.

 

La letra, Muda, no produce

no hace efecto fónico y así sin potestad

designa el afuera imposible, el afuera

que habita un aire carcomido. Antepone

sustancia del decir, idioma

en sitio de rotar

ahora silencio. Ahora

sólo el viento agujereando en las cañas

sólo el viento, Silbando.

 

Algún refugio tener eso, la palabra

Refugio, quedarse fuera

en la portera, en el alambrado con

el niño que se mece, que sonríe mirando

hacia la ruta

Hache, la ausencia del sonido no nombra.

 

Gula no abarcar, gula ser una, Nunca plural

Nunca el umbral del abarcar bajo la umbrosa

del entrar y el salir, la providencia de poder

el poder de decir poner fuera, sacar, afuera estar

lo que fuera no alcanza también prefijo puede ser

añadir, puede preceder la idea a la palabra

de la que no se tiene rastro por lo muda

de la aspiración tronchada o Prefijo que

puede anteponerse y entonces la idea

fija entre alfileres puede

ser doble y diversa y puede

ser sacar, o puede, ser poner.

 

Irse, al afuera.

Ser, extraído.

Estar, apartado.

 

Y ver en el ex como prefijo la

particularidad de anteponer al

abundante corazón la locución

completa: afuera quedar siendo

Intemperie, desdice la promesa

lo que era, a veces, excesivo

Inspira, Ahora, jota afuera,

la palabra extranjera, la hija,

lejos.

 

Le viene a la cabeza hendida por el

viento rozada por las flores:

 

No seas paciente

 

Sé insaciable

 

Sálvate a ti misma; no puedes salvar a los otros.

 

 

Hacha la hache

silencio que queda después de caer

un árbol tronchado por un hacha.

Silencio es lo más vivo.

 

Sálvate a ti misma.

 

En esa larga lista en fila

Invoca rememora revive

ese silencio. La semejanza

es lo que relaciona este tipo

de muerto, este tipo de nomadismo

inacabado. Jugar con hachas es una

aspiración.  Inspirarse en la Hache,

que desde su lengua migra.

Extraño es extrañar, la penuria de

madre sin la hija. También puede

aspirarse la jota para decir el extranjero

una tierra que se extiende en otra parte.

Y este callar, un lujo.

 

Sé insaciable.

 

Sé insaciable: Hache abrevia

el hidrógeno del agua la fuerza

del caballo, el as de toda bestia en ex

Abrupto. Violencia puede decir soltar,

puede ser contestar. Ahí una loca.

Que contesta, que sale. Hidrógeno en

el agua, una respuesta brusca a que

se expone el que propone. La fuerza

del caballo coz bufido destemplanza

la exuberancia promete del exceso en

la idea desborda carnadura en la hebra,

alambre en el tapiz.

 

Yace alambrada con agua sobre

el charco lanza la piedra y abre

lo impalpable. La ausencia

de figura un haz de plomo la

mano que separa y que junta,

la mano que separa el murmullo

pensamiento imbricado hendido

de ironía batiendo a doble, en

duelo.

 

No seas paciente.

 

Hache es envuelta entrañada

a la entraña evita levitar

vitando.

 

No impide la fusión entre

lo que está interpuesta

y sustituye El,

La, del nombre en femenino:

el hacha.

 

Herramienta que se usa para

Tronchar, un árbol, por ejemplo,

una cabeza, que, cercenada, rueda.

 

El haz de luz no impide el escozor

el vaho inmóvil. Hatillo con las ramas

haz de espigas haz; de todo eso, un canto.

 

Sin medida excesivo el trance aumenta.

Inclina exclamación, o clama. La tierra

de la boca, el hormigueo recuerdo que  no

acaba de irse. El terraplén de tierra la boca

con la tierra. Toda la sombra pertenece a la arena

toda la voz a lo hondo de ese mar que devuelve y es

con la boca llena que se hace un terraplén.

 

Vuelve a los restos de difunta desentierra

otra vez el dolor que tensa el arco de la nómade.

Recuerda o rememora.

Revive. Resucita. Esa cumbre está viva.

 

Fuera afuera

Y fuera otra,

y si fuera,

 

Es la vocal que extiende el vínculo

que hace inherencia entre y prende.

Hecho, hache, qué dice la primera

manifestación de toda cosa, la primera,

hecho: vivir es tener vida.

 

Exterior fuera manifestarse en actos.

Extrema a la extranjera. Extraña de

esta habla Inesperada clandestina

Aparta, es apartada. Rehuir, huir, de nuevo.

 

Salir, irse, no estar. Hacer

cruces, hacerse en cruz pasmada

sorprenderse. Atónita la boca

estará abierta, sentir la falta:

mugía la vaca extrañando su cría

 

desentrañarse, extraña de la entraña,

salir de la tierra equivale a otra construcción

la forma de ese ser, en tierra ajena.

 

Extrema la cabeza en ese extremo. Gime.

El grado último de algo. Extremada es

la cualidad que da este grado; de ella parte.

 

Extremidad también es punta. Distinta

distante punta. Fin, final fondo, lado orilla,

Colmo

la cualidad de una circunstancia.

Cálmate. En tal extremo

Alejada del punto en que se sitúa

El que habla. La,

que niega, La

que puede extraviarse.

Tomar por el camino equivocado,

perderse.

 

No fija en algo como cuando se

mira normalmente sino fijos en

una cosa lejana e invisible, ojos vagando

en todas direcciones  Al extremo, en extremo,

dar por propia esta ganancia bruta:

Transhumar los ganados.

 

(De este lado del mundo, Daniela,

Las puertas del campo las abres tú sola.)

 

  • citas en itálica de:
  •  Maruja Díaz
  • Arianne Rich
  • Blanca Wiethüchter

 

(de Pulso)


Todo comienzo

 

 2

 

No quedaba tan claro como viene. Si es del anudamiento
o es del pasmo, Nunca sabrá el olvido lo que cubre.
Balanceándose como un vestido de verano en la azotea
insinuaba opulencia en el verde, advenimiento
de lo casto produciéndose, océano desde sí
más a la espuma. Recorría la costa buscando
entre las rocas veletas animales del plancton
partículas de seres que la noche ilumina. Hasta
ahí, el canto era otra cosa.

Después la oscuridad pone su marcha y en la pregunta
aplasta lo que emerge. El mar como un fondo o apego
algo que llama. Siempre a llorar por esas mismas partes
de cielo, esos recortes de la costa en las desembocaduras.
Hay un borde en el que crecen pinos que perfuman
el viento. Una superposición de mareas, una alborada
saca polvo del astro: debería el tiempo respetar esas cosas
y las líneas dibujarse en otra dimensión.

Cables trenzados, rayas que no cesan.
Las mujeres se agolpan. Los vestidos
se achatan, quién quiere remontar esa subida,
si son monos famélicos que desde la cima
tiran piedras. El traje en la ventana se ventila
y guarda, entre las fibras, las temperaturas de la brisa.

Puede ser que la muerte se introduzca esta tarde.

 

Puede ser que se anime, o que no le convenga.

 

Como esas rutas que atraviesan los campos, es
el mismo campo compungido atravesado por la
estepa aunque a esa altura ya haya surtidores, agua
en baldes de lata, remansos en la sombra.
Lo que queda de ahí es viento amable que a veces
trae perfume de fruta, de hojas de limonero, de
árboles de duraznos agrupados. Así la medianera,
así el silencio de la distracción y la distancia.

Pasa una nueva altura sobre sandalias libres que
lleva de otro modo la minucia. Y se desprende la
blusa en la frescura del color violeta. Pasa la luz
y filtra lo que el sol dejó en la fruta, más
perfume viscoso, el tiempo apremia.
Sólo el alrededor que queda en los
cordófonos cuando pica la tarde entre las aves.

Arma la rama que dice sólo Ahora.

 

Los vegetales se deletrean entre los dedos.
Las yemas que apaciguan al tacto del socaire.

A la textura de su crecimiento.

 De Todo comienzo