notas para un
poema sobre la infancia
te giras en un gesto inmortal dentro de la cama y
quedas dormido
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el vértigo es como un jardín y camina, en el jardín
seco, la niñez seria y deslumbrada
se entretiene con lo que encuentra, cuando las manos
nuevas se parecen sospechosamente al fulgor, cuando engaña el asombro
a cierta distancia, la armonía de la casa depende de
las habitaciones cerradas, de lo dado por supuesto, de las risas rumorosas tras
las pisadas y los juegos de trocar palabras
se cuenta allí que para la escritura de cualquier ley
relativa a la infancia se exigirá la entrega del cuchillo de plata, el único
instrumento capaz de pelar la manzana de oro
simplificado, el jardín es como un vértigo que es la
niñez
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viene y va de lo invisible y apenas acaba de
expulsarse, sale del revés, como todo lo mágico y lo insospechado
aspira a los peligros de la inmortalidad y su
constitución frágil desabrocha lo eterno. Cuando deje de ser niño, se volverá
mortal
pero mientras tanto se oyen pájaros entre los
movimientos de las tormentas fértiles
y él sabe que la vida ocurre dentro de ellas,
reventada de canciones
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cuando la infancia termine, aprenderás a quedarte
despierto: eso será un nuevo regalo
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meditación para un
poema sobre la adolescencia
algo público se vuelve ante los ojos privado, toman
contundencia los contornos del sueño, decidimos anticiparnos a la nitidez
nostálgica de los deseos y, por vez primera, pedimos la verdura pesada
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sobre la
melancolía de los ladrones: anotación desmembrada
hablan entre ellos y se dicen, glotones y al oído, que
en todas las cosas hay blandura, regalo; que ya desfilaron erguidas las
mejillas de los vendedores ambulantes por entre las calles llenas; que gracias
a las flores, las de los jarrones en los puestos, esas tan prietas, que
acabarán detenidas en cabellos, raíces y camas, aparecían pletóricas las
avenidas; y que somos nosotros y no ellos, los que marchamos engañados, entre
un nuevo estruendo y una simpleza irrevocable, viendo llorar
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sobre lo que
aprenden los exploradores: especulaciones alegóricas de un urbanita
la escritura de la selva vendrá después, una vez que
el misterio de su corazón quede vaciado
los relatos en los diarios volverán a las penosas
dificultades y hallazgos simples
a misioneros devorados por jaguares, a los restos de tribus,
desaparecidas a manos de los misioneros que sobrevivieron, y a pieles de jaguares,
cazados y desollados, como recuerdo de la pérdida que guardaba, el secreto de
su lento misterio
se realizarán, de las especies amarillas de pájaros,
flores y plantas observadas, algunos dibujos minuciosos que no dejarán de
parecer probaturas alejadas de lo que eran
incluso fotografías y películas recogerán porciones
que, desmembradas del todo, no significan nada, apenas un mensaje triste y
obtuso
y al final lo único que los exploradores podrán
atestiguar es que el amante del registro destruye aquello que registra al
alejar del mundo lo que estudia
quedará una clasificación, sus tablas, el rigor
y aquellos que inspeccionaron la enorme selva, brutal
y banal
aquellos que la observan ya no sólo como sólo selva
pasmosa
se verán estupefactos cuando suceda esa primera
destrucción, perplejos por todo lo que fueron capaces
y descubrirán, plenos de asombro
el mismo que sintieron al cruzarla, como un relámpago
que recorría su cuerpo y mezcló amor y deseo
que todo amante es enemigo de lo que ama
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un último esbozo,
de nuevo con la metáfora manoseada del pájaro, para un poema sobre la vejez y
sobre el poema, extraído de un diario
mira qué ligero es el vuelo de ese pájaro, dice el
abuelo, tumbado. No es ligero el vuelo, sino sus alas, lo que permite el vuelo,
piensa la abuela, sentada. No son ligeros sus alas ni su vuelo, sino sus
plumas, piensa ahora el abuelo, adivinando el pensamiento de la abuela al mirar
sus manos entrelazadas. Sí, qué ligero es el pájaro, dice la abuela
levantándose con agilidad, tras desentumecer sus manos, hábiles y temblorosas,
para salir de la habitación… Esto ¿qué significa? ¿Significa algo? Un recuerdo
circula por el espíritu. El vuelo de un pájaro como esa moneda que se lanza
para verla girar en el aire, echarlo a suertes, augurar lo que vendrá: que esté
de acuerdo contigo no quiere decir que no me oponga a ti
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sobre la muerte
te escribo desde la oscuridad de mi habitación,
contestando inmediatamente al mensaje que me mandas; hago esperar al mensajero
en la puerta
hace tiempo un hombre que era como yo vino a verme
para pedirme ayuda. Dijo que necesitaba saber cómo había sobrevivido a la gran
cacería. Recuerdo que traía un paquete de carne bajo el brazo. Estaba fuera de
sí. Le dije lo que sabía. Eso es todo
se dejó aquí una chaqueta. Se la doy al mensajero para
que te la entregue y que tú se la des. O mejor, dile que está aquí, que puede
venir él a por ella
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