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miércoles, 8 de octubre de 2025

DANIEL BENCOMO. Y SÓLO TENGO UN PAR DE HUESOS PARA INDICAR LA HORA DEL DÍA

 

                                                                                                                                    Debdatta Chakraborty 


ASÍ COMO LO ESPERO


Este poema es leído en un bosque.


Leído por un cuerpo en voz alta

que se consume a un ritmo distinto 

del que devora a este bosque


y que en este momento

ignora cuál de los dos será arrasado primero.


Leído mientras se marcha 

a una velocidad de 6 o 7 km por hora 

que en nada equipara a la velocidad 

en múltiples direcciones 

de la elaboración artesanal de dióxido de carbono.


Abro una primera pausa auditiva

para que puedas oír las redes 

tóxicas o benignas

de aves y de bacterias 

que se propagan por el terreno:


[---]


Este aliento se abre paso, por un mínimo instante

entre millones de microruidos

que forman el álbum del bosque

desde el amanecer hasta el pequeño infinito que colma

cada molécula de noche en cada célula de noche.


Según estudios recientes

el 75 por ciento de los árboles de este bosque

mantiene una enfermedad o padecimiento


quiere decir que elabora una armonía

anómala del ritmo al que aspiraron

los ecos anulares de su experiencia.


Esta voz se abre paso por un mínimo instante

en una pesadilla colectiva

que toma la forma retórica 

y cada vez más concreta de un incendio.


Una segunda pausa auditiva es cortesía

de aquel distante pájaro abubilla

absorto en su labor de caza o reproductiva:


[---] 


El ritmo biofísico de los árboles

el ritmo biofísico de las palabras

entreverándose en el verano

en una versión que no sabe 

si volverá a ser editada en el mismo formato


Quiere decir que a pesar de todo y con todo

no cesan los árboles de reparar el oxígeno

no cesa la poesía en su propósito 

de reciclar esa atmósfera enrarecida

de la lengua del mundo


el bosque, los árboles 

y quien camina no pueden verse

porque están inmersos uno en otro


volviéndose cristalinos

en el porcentaje respectivo del agua

que conforma sus cuerpos

mis cuerpos de agua

los cuerpos astrales del agua

reflejándose en tu cuerpo


propongo una ventana auditiva

para que puedas oír el tejido

subterráneo del bosque

mezclado con mi latido

en un umbral entre el ozono y la guerra

por los siguientes segundos:


[---]


camino entre los árboles que esperan

un gesto del mundo que haga justicia a sus cuerpos

como lo espero para mi cuerpo

como lo espero para tu cuerpo.


                                                                                                                                                         Debdatta Chakraborty 

MINING: ES TAN EXTENSO EL MOMENTO Y SÓLO TENGO UN PAR DE HUESOS PARA INDICAR LA HORA DEL DÍA


La data pura, la nata de la materia,

la data cruda, intenta no formar otro reflejo.


No viene mundano de minar en ella pero va hacia allá, es tierra y metales,

materia que desprende con fulgor de los cuerpos. Las máquinas germinan cada día, 

su terrario es el cuerpo


mediado en otras máquinas, flores noctámbulas en otros cuerpos, su olor la condición de imposible


emitido


como un eco en la llanura desierta o el cristal encendido que sigue un murciélago

antes de morder en nuestro oído aquella serenata de una nave de producción al cien automatizada.


No tengo imágenes, pero puedo mostrar las palmas de mis manos, su forma de hacer cuenco y vacío. Cómo se escurre de ellas data pura, nata de materia, desde el óleo de la palma, del pulso de los dedos, de su forma de sopesar tan errada. 


En una nube postmigrante habito en otra red de nervios áureos. En su enjambre de krill extensísimo enhebro ritmo y resonancia. No nos conocemos, pero no nos ignoramos al girar por precaución o estrategia, porque siempre se puede ser más prescindible.


Compartimos umbrales de experiencia: brillan poco, son rituales de cuidado básicos, rituales epigenéticos, una lingua leve y franca donde se alojan los nichos en que se germina o engendra. 


Podría pulir un par de dientes, menhires de calcio de algún centro de reciclaje, podríamos mover pequeñas piedras sin hacerlas data pura, recolectar la música de mieles minerales y dejarla perderse en la memoria, tomarnos de la mano, racionar su radiación para nosotros.

EXHAUSTED


Se dice yo como se dice yoyo, como el reverso de un mantra: en ello se abre la horma de un nodo conectivo. En el hueco se muestran terminales, módulos y modos, algunos hongos y bacterias que se extienden liso, muscular, elaboran en residuos energéticos, fósiles de agua o música basales. Emito contigo: exhalo sustancias que atraviesan membranas, fronteras, el cielo amniótico de un sueño colectivo, filtros políticos para dar con un supuesto siempre destino. Se dice yo como se dice yoyo y en ello, mi línea del tiempo es la línea de un nombre simulando un espacio, atravesado por medios que no le son del todo indistintos. Más allá de eso es posible que exista, pero rara vez lo investigo. La línea de mi cuerpo es la línea en que tu cuerpo, el mío y el de miles de millones se hacen uno indistinto en la constancia del sueño, en el aire depredado, en el holograma neón del consumo. La línea de un tiempo distinto es la línea de combate, el eco resistente de millones de especies, colectivos que hoy ofrendan su última, penúltima, trasúltima batalla. Eso es mucho más nuestro lenguaje, pero es ahí donde me vuelvo a enamorar de las líneas de tu mano, justo ahí caen mis ojos en el turquesa glaciar de tus ojos, música de hongos y bacterias, módulos y modos desplegados, cuánto se extingue en lo que aspiro a viralizarme, cuando vuelvo de todos para exhalar otro yo.



YOU ARE NOT WORKING ON IT / IT IS WORKING ON YOU

 

(El texto en inglés es una traducción automática, hecha en julio de 2022 con la aplicación DeepL, de un original en español. Pensada entonces para sondear el estado de la traducción automática en torno al lenguaje poético, sirve ahora apenas como testimonio de un momento previo de un nuevo estado de reificación del lenguaje, el que propicia la IA generativa a través de su uso masivo. En su estado actual no es un poema; se le puede leer/ver como marco/matriz coloidal del poema en español o como una voz colectiva/hipermediada que representa un diálogo con el poema a la izquierda.).

 

 

A sober language:

this is the lingua franca

says the automatic translator

that speaks here for us

that is to say it is spoken by legions

of captured words

legions of seduced people

translated into lingua franca

we are making sense, its sense

 

 

 en la memoria el animal mutante

que cruza la barrera de gases lacrimógenos

y rompe la barrera de la lingua franca

en una u otra dirección

para llevar geodas de voz o de conflicto

 

 

you say it legions of you of me of them or us

the lingua franca is not a safer place

the lingua franca has expanded

through that space

through the idea that you have of the body you have

 

a space where we can feel the freiheit                                               [Freiheit]

the freedom of flexible labor relations

 

a space surrounded

by the values that we fight against

and at the same time defend

 

en su ir y venir

 

los murciélagos cruzan geometrías de la noche

desde el radar en el eco hasta el radar en el sueño

 

ahí hay detritos, microlitos

de otra lengua posible

 

 

the lingua franca is monotheistic

like the flora in which you fly

where your values cross-pollinate

with the values of the market

 

 

en tus ojos, en mis ojos,

los circuitos de ipad los circuitos de afecto

 

las tardes colapsando en un rojo volcánico

en medio de basura digital de otras generaciones

 

 

the lingua franca has a turbine

driven by a tissue of bodies

of every color

by fossil fuel of all species

that melt

of all spices

distilling a smell of deep exhaustion

 

there is no notion of rhythms in the lingua franca

cause this is not about the iambs and trochees

and we are not talking about English

not at all

 

 

en los baldíos detrás de la industria del auto

en la ruina detrás de la industria armamentista

 

hay monolitos, piezas dentales, cantos

de alimento y medicina primigenios

 

 

it is a place but not a place

where your multiple genders and your multiple thoughts

where your multiple colors

disappear

and your voice

it’s not your voice

it’s a voice that disappears

in the vertigo of a centrifugal force

the flame and heart of our machine translators

are turning everything

into the purest form of white

 

 

colores de un ritmo que ignoramos

y da cuenta de un balance distinto

de animal y de humano

distinto al blanco más puro

 

distinto en tus ojos en mis ojos microlitos

 

 

The purest form of white

has less and less to do with the color of skin.

But more and more to do with the color of markets

with the color of war

 

 

en los ojos y en los labios microlitos

hay un mapa y hay fuego para sentirnos seguros

 

 

The purest form of white is creating

safer places

places of freedom for a handful of people

at the cost of millions left behind

frozen in the desert

dead in the water

dead at work in water fabrics

or even self-bottled as commodities

 

 

más allá del más puro blanco

como esa noche en que entendimos

la radiación impura de nosotros por nosotros

que escapa a los sistemas de vigilancia

en el medio complejo que llamamos tiempo

 

 

and we are pushed to buy ourselves

to live in deeper ghettos

no language of kunst no language of art                               [Kunst]

at disposition

 

 

that’s making sense: the sense of lingua franca

 

 

tu corazón es mi barrio más cierto

donde sabe la risa a cardamomo y a hierro

 

 

you are not working in the lingua franca

but

the lingua franca is working on you

 

and it’s coming from the spectral voices

of thousands of millions of humans

through which you have to pass

to leave a message from the depths of your desire

but you never actually get to deliver it

no matter how hard you push with your elbows

 

 

o si escuchas el ruido

del ghetto primero que es tu cuerpo

del ghetto distinto al blanco más puro

resonando

en la música de todo otro cuerpo 

 

 

the limits of the lingua franca

are the outside, drone-watched

borders of our world

which is not available for darker refugees

for climate refugees

for war refugees

for word refugees

for world refugees

for people who are escaping

every day getting erased

every day by our lingua franca

which is clearly not the English language

 

 

ahí, deslavado en el agua que abandona

el glaciar de ti mismo

está un pulmón que irradia, exhala otros lenguajes

detritos

fulgores de medusa en el agua común de los cuerpos

 

cómo hablar de libertad sin una idea de libertad

cómo escapar al traductor automático

o cómo hablar de libertad sin convertirnos en plaga

 

 

the lingua franca

it is voice, a yeti of voices with huge carbon footprints

which are pointing to someplace called its future

but it has no future as articulation

and

it’s still all the time promising us a future

 

 

tardígrados, un futuro, hongos, un futuro

 reino invisible un futuro que cae en la voz

y se vuelve entropía

una vez y otra vez que cerramos los ojos

 

 

the forms of protest in the lingua franca

about the lingua franca

are not a safe place anymore

 

maybe is not the lingua franca

maybe this is not our lingua franca

 

 

 

 intento hilarme en otro contigo otro conmigo en cualquier otra lengua

cualquier otra miríada de lo vivo

que entreteje en su expresión

cualquier eco posible

 

mas moldeable:

pues siempre hay otra lluvia en otra lingua franca

 

 

because we are not in charge

of their rhythms of closure and openness

we are permitted to see

through their Sprachgitter                                                     [Sprachgitter]

for the minimal lapse of a few nanoseconds

 

 

Sprachgitter

rejas de lenguaje son las rejas lo salvaje

son las

 manos vivas de otra lengua

que por un milisegundo

atraviesan las rejas

 

 

nature is translated

in impossible equations

we are nature of course

but we are not a better nature

 

 

porque ese micelio

que se expresa en nosotros

al negar el nosotros

al fundir un nosotros

 

 

it aint easy to define the outside and the inside

and it is hard to find the exit

 

it’s expressing by itself in us

by ejecting us from us                                              

 

 

 

La forma en que hablaremos de nosotros

                                                                                   el eco renovándose en nosotros

 

 

death is not the external side of capital

death is just the sound mixer of their roars

that’s spinning out in a narcotic loop

 

the noise that comes out of the marrows

and creak under the weight of

new forms of colonial dominance

 

we are making sense its sense

 

 

otro sentido, un sentir

lo posible

en esta lava que mentamos cuerpo

en esa lava que llamamos

 

lava viva en la que se desplaza el cuerpo

vivo, contigo, microlitos, conmigo  

 

 

 






CARLOS BUENO VERA. DE UNA SERPIENTE CRUZA UN SENDERO

 


foto: isabel muñoz




notas para un poema sobre la infancia

 

 

te giras en un gesto inmortal dentro de la cama y quedas dormido

 

 

 

 

 

el vértigo es como un jardín y camina, en el jardín seco, la niñez seria y deslumbrada

se entretiene con lo que encuentra, cuando las manos nuevas se parecen sospechosamente al fulgor, cuando engaña el asombro

 

a cierta distancia, la armonía de la casa depende de las habitaciones cerradas, de lo dado por supuesto, de las risas rumorosas tras las pisadas y los juegos de trocar palabras

se cuenta allí que para la escritura de cualquier ley relativa a la infancia se exigirá la entrega del cuchillo de plata, el único instrumento capaz de pelar la manzana de oro

simplificado, el jardín es como un vértigo que es la niñez

 

 

 

 

 

viene y va de lo invisible y apenas acaba de expulsarse, sale del revés, como todo lo mágico y lo insospechado

aspira a los peligros de la inmortalidad y su constitución frágil desabrocha lo eterno. Cuando deje de ser niño, se volverá mortal

pero mientras tanto se oyen pájaros entre los movimientos de las tormentas fértiles

y él sabe que la vida ocurre dentro de ellas, reventada de canciones

 

 

 

 

 

cuando la infancia termine, aprenderás a quedarte despierto: eso será un nuevo regalo

 

 

 

    

 

 

 

 

meditación para un poema sobre la adolescencia

 

 

algo público se vuelve ante los ojos privado, toman contundencia los contornos del sueño, decidimos anticiparnos a la nitidez nostálgica de los deseos y, por vez primera, pedimos la verdura pesada

 

 

 

    

 

 

 

sobre la melancolía de los ladrones: anotación desmembrada

 

 

hablan entre ellos y se dicen, glotones y al oído, que en todas las cosas hay blandura, regalo; que ya desfilaron erguidas las mejillas de los vendedores ambulantes por entre las calles llenas; que gracias a las flores, las de los jarrones en los puestos, esas tan prietas, que acabarán detenidas en cabellos, raíces y camas, aparecían pletóricas las avenidas; y que somos nosotros y no ellos, los que marchamos engañados, entre un nuevo estruendo y una simpleza irrevocable, viendo llorar

 

 

 

 

    

 

 

                                                                                                                       foto de isabel muñoz

 

sobre lo que aprenden los exploradores: especulaciones alegóricas de un urbanita

 

la escritura de la selva vendrá después, una vez que el misterio de su corazón quede vaciado

los relatos en los diarios volverán a las penosas dificultades y hallazgos simples

a misioneros devorados por jaguares, a los restos de tribus, desaparecidas a manos de los misioneros que sobrevivieron, y a pieles de jaguares, cazados y desollados, como recuerdo de la pérdida que guardaba, el secreto de su lento misterio

se realizarán, de las especies amarillas de pájaros, flores y plantas observadas, algunos dibujos minuciosos que no dejarán de parecer probaturas alejadas de lo que eran

incluso fotografías y películas recogerán porciones que, desmembradas del todo, no significan nada, apenas un mensaje triste y obtuso

y al final lo único que los exploradores podrán atestiguar es que el amante del registro destruye aquello que registra al alejar del mundo lo que estudia

quedará una clasificación, sus tablas, el rigor

y aquellos que inspeccionaron la enorme selva, brutal y banal

aquellos que la observan ya no sólo como sólo selva pasmosa

se verán estupefactos cuando suceda esa primera destrucción, perplejos por todo lo que fueron capaces

y descubrirán, plenos de asombro

el mismo que sintieron al cruzarla, como un relámpago que recorría su cuerpo y mezcló amor y deseo

que todo amante es enemigo de lo que ama

 

 

 

    

 

un último esbozo, de nuevo con la metáfora manoseada del pájaro, para un poema sobre la vejez y sobre el poema, extraído de un diario

 

 

mira qué ligero es el vuelo de ese pájaro, dice el abuelo, tumbado. No es ligero el vuelo, sino sus alas, lo que permite el vuelo, piensa la abuela, sentada. No son ligeros sus alas ni su vuelo, sino sus plumas, piensa ahora el abuelo, adivinando el pensamiento de la abuela al mirar sus manos entrelazadas. Sí, qué ligero es el pájaro, dice la abuela levantándose con agilidad, tras desentumecer sus manos, hábiles y temblorosas, para salir de la habitación… Esto ¿qué significa? ¿Significa algo? Un recuerdo circula por el espíritu. El vuelo de un pájaro como esa moneda que se lanza para verla girar en el aire, echarlo a suertes, augurar lo que vendrá: que esté de acuerdo contigo no quiere decir que no me oponga a ti

 

    

sobre la muerte

 

te escribo desde la oscuridad de mi habitación, contestando inmediatamente al mensaje que me mandas; hago esperar al mensajero en la puerta

 

hace tiempo un hombre que era como yo vino a verme para pedirme ayuda. Dijo que necesitaba saber cómo había sobrevivido a la gran cacería. Recuerdo que traía un paquete de carne bajo el brazo. Estaba fuera de sí. Le dije lo que sabía. Eso es todo

 

se dejó aquí una chaqueta. Se la doy al mensajero para que te la entregue y que tú se la des. O mejor, dile que está aquí, que puede venir él a por ella

 

 

 

    

 

MAURIZIO MEDO. PARA QUE LA HISTORIA EXISTA. Algunas notas previas a la aparición de «MALINCUOR »

 

Fòscia l'è bello avei ancon da nasce, un sciòu açeiso ëse, d'ægua e prìa; sensa bruttâse/ e moæn con o destin tornâ a-e onde do mâ,/a-e ciæbelle innaiæ de ombre prefonde. E tutta a nòstra luxe a l'è ancon d'ëse figgi a-i nòstri poæ*.

ALESSANDRO GUASONI




Mi nonno, Onorio Ferrero Ventimiglia, descendía de una estirpe que las crónicas del Quattrocento citan sin asombro, con la misma reverencia con que se esconde un secreto en las márgenes de un códice: entre los Ferrero Ventimiglia corría la sangre de jurisconsultos y mecenas, entre los Bezzi la audacia filológica, y esos nombres ya eran territorio antes de nacer. En esos pergaminos aparece Giovanni Aubrey Bezzi, patriota que luchó junto a Garibaldi, poeta guerrero de la Emilia, amigo de Salgari, cuya leyenda lo emparenta con Emilio de Ventimiglia, el presunto Corsario Negro, vínculo fantástico que cruzó el Adriático como rumor de conspiración marítima. En el castillo Salabue, dominando viñas y neblinas, los Ventimiglia tejían alianzas con linajes genoveses, y los Bezzi pulían glosas en salones que olían a pólvora y a tinta antigua. De esa unión —de sangre y rumor— brotó una ética: el archivo no es depósito sino respiración continua, un tejido vivo que exige ser sostenido.


Onorio estudió Filosofía y Letras en Torino, discípulo de Croce, traductor del Tao Te Ching y profesor de latín hasta que abandonó el aula para unirse a los partigiani. Pero no renunció a la sintaxis: la llevó a la montaña como quien lleva un estandarte. Allí, entre senderos de roca y silencio, aprendió que pensar puede ser un modo de disparar, que la lengua debe pasar por el crisol del combate para recuperar su gramática más severa. Publicó en 1929 su libro de poesía La Cetra, elogiado por Croce, y con él dejó constancia temprana de su voz poética antes de que el ruido de las armas reclamara su acróstico. Benjamin escribió alguna vez que “la historia es un archivo de ruinas a cámara lenta”; Onorio lo sabía sin haberlo leído: todo archivo es una forma de resurrección intermitente.

Cuando llegó a Lima con Lucía y sus hijos trajo tres baúles. Mi nonna reía contándome que, al llegar a la que sería la casa, en Santa Beatriz —una calle atravesada por trenes, olor a petróleo y buganvillas, donde las tardes eran lentas como relojes de estación vacía— Onorio los mantuvo abiertos durante días cerciorándose que allí dentro estuviera todo aquello que había venido cautelando. En esa casa, recién instaurado el gobierno de Velasco Alvarado, se respiraba una xenelasia sutil: los italianos eran sospechosos de nostalgia fascista, y los Ferrero, descendientes de partisanos, no fueron bienvenidos.

Cuando se abrieron los baúles aparecieron cientos de tratados en sánscrito, notas en esperanto, incunables con glosas ajenas, y en el centro, un ejemplar de La Divina Commedia, respirando como un corazón. Onorio creía que los libros no eran posesiones: eran pulmones. Parecía respirar a través de ellos. Así pude entender  que los libros no se guardan: se heredan como heridas. Entre sus papeles se encontraban copias a mano de poetas japoneses menores —Fujiwara no Teika, Saigyō, Shunzei—, traducciones inservibles de los stilnovistas que lo obsesionaban: Guido Cavalcanti, Lapo Gianni, Cino da Pistoia. Esos fragmentos eran su teología privada. No buscaba dioses, sino gramáticas que pudieran sobrevivir al derrumbe. Su latín no era devoto: era táctil, respiratorio. Traducía al Tao para comprender a cabalidad la respiración que saben ocultarnos quienes ya han partido.

Años después, donamos sus libros a la biblioteca de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La decisión nos pareció noble; el resultado, funesto. No por mala voluntad, sino por exceso de institución. Allí donde el polvo debía ser memoria se convirtió en protocolo. No hay burocracia más devota que la que confunde inventario con archivo. La biblioteca, fiel a su vocación tropical de desmantelar lo que ignora, catalogó la ruina con entusiasmo. Cada libro perdió su sombra, cada nota su respiración. Ningún lector volverá a oír el sonido del dedo de mi abuelo pasando página. A cambio, ganaron sellos, fichas y número de registro. Benjamin sonreiría desde su anaquel: el archivo, forma superior del olvido.

Porta il sentiero con te, decía Onorio. Lleva el camino contigo. Desde entonces cargo mi archivo a cuestas, como una maleta sin ruedas.


Nací en el último vagón de un tren llamado
Europa. No es metáfora, es precisión genealógica. Toda mi familia está inscrita en ese vagón que avanzaba de noche, bajo una lluvia de carbón y rezos. El tren arrastraba el continente mientras la memoria se iba disolviendo en medio del humo. En Malincuor esa línea no abre un poema: abre una respiración. No hay viaje, sino exilio. Cada palabra fue un riel, cada libro una estación. Lo que creí herencia se volvió persistencia: la poesía como ruido que se repite para no morir.

El Bora, ese viento al que los croatas temen como a un dios enloquecido, regresaba cada invierno a probar la consistencia de las casas. En Dalmacia se decía que el Bora nacía del resentimiento de las montañas que no pudieron tocar el mar. Baka no hablaba español: su idioma eran los gestos. Pasaba las tardes barajando el Briškan como quien sostiene el destino entre los dedos. No comprendía el idioma, lo representaba a través de sus gestos.  En su quietud aprendí la ética del otro: la presencia que no exige ser comprendida. No lo sabía, pero así empezó mi escritura. Malincuor nació de esa superstición doméstica: el tren, el viento, los nombres impronunciables.


Hoy ya no me interesa si soy italiano, croata o apenas un eco detenido en una estación vacía. El idioma nunca fue patria: fue frontera. Escribo como quien desentierra. Malincuor no es un libro: es un archivo de resurrección. Benjamin dijo que el verdadero historiador “hace saltar la chispa de la esperanza en el instante del peligro”: esa chispa es la sílaba que sobrevive al sentido. 

Lo aprendí de Onorio: el archivo respira a través de quien lo sostiene.

He vivido entre lenguas y culturas como quien habita una frontera interminable donde las palabras se desgastaban como monedas de un imperio en ruinas. En casa, la mezcla era nuestra lingua franca: italiano en la cocina, croata en los insultos, silencio en las sobremesas. Ninguna nación me reconocía, y en esa desposesión encontré a mi verdadera y única patria. El idioma se volvió un pasaporte sin sello: una forma de extranjería perpetua.

Nada muere en Malincuor: sólo cambia de temperatura. No sé si esa línea es mía o del libro, pero me persigue como una advertencia. No hay pureza: sólo transformación. Las manchas son parte del texto; el residuo, su materia. Onorio lo comprendía: el pensamiento debía corromper su propia claridad. Por eso los márgenes de sus libros estaban llenos de tachaduras. Él no corregía: ensayaba la ruina.

Cuando escribo, escucho el tren de fondo. Sé que el hierro no se ablanda, que la sintaxis es una disciplina para los supervivientes. Pero hay ternura en la mecánica: el poema como un motor que tartamudea para no extinguirse. Cioran dijo que “todo pensamiento nace del tedio de una certidumbre”; quizá por eso escribo: para conservar el temblor. La lucidez es sólo una forma elegante de cansancio.

Los muertos saben lo que pasará. Nos lo dirán cuando estemos entre ellos y ya no precisemos saberlo. Esa frase no consuela: ordena el miedo. La muerte, en Malincuor, no clausura: ordena. Onorio sigue traduciendo en silencio. Él no está en el archivo: él es el archivo.


Cuando, por fin, abrí sus baúles entendí que toda mi vida había sido un intento de mantener ese archivo en movimiento. Las instituciones lo paralizan; la escritura lo reanima. Por eso desconfío de las academias: porque adoran lo que ya no respira. No escribo para preservar, sino para provocar la errata. Cada palabra debe temblar.

El temblor, ahora lo sé, no es del cuerpo sino de la memoria: una vibración que impide que el pasado se congele. La edición de Malincuor quiso traducir ese temblor: páginas con imágenes yuxtapuestas, papeles envejecidos, fotografías corroídas, cintas, notas mecanografiadas, fragmentos que se enciman como ruinas transparentes. Benjamin dijo que toda imagen del pasado es un relámpago que sólo se deja ver en el instante de su reconocimiento: Malincuor es ese relámpago.

Sebald enseñó que el archivo es siempre un duelo mal administrado; Bernhard, que la lucidez sólo existe como sarcasmo contra la esperanza. Ambos me acompañan en esta escritura que duda de sí misma, que desconfía incluso del silencio con que se escribe.


Y sin embargo, entre ruinas y papeles, hay alguien que no pertenece al archivo: Ludy. Salvo el amor, todo es recuerdo. Ninguna palabra la fija. Ella se mantiene ilegible, como si el lenguaje no hubiera aprendido a pronunciar su presencia. Todo lo demás —familia, ciudad, memoria— se ha convertido en catálogo. Ella no. En su respiración hay algo que escapa a la administración del tiempo. 

Ludy es la interrupción del orden: una nota que no encaja en el pentagrama del archivo.

Si Malincuor es mi intento de resucitar el pasado, ella es la prueba de que todavía hay un futuro, el de un tiempo que no tiene dónde ni cuándo, pero que, en revancha, contiene todos los lugares y todos los tiempos.

John Donne lo había entendido siglos antes: “Ella es todos los reinos, yo soy todos los príncipes, y nada más existe.” Ludy, con su manera de caminar, con el leve desfase entre su voz y sus gestos, encarna la resistencia contra la clausura. En su presencia la sintaxis se disuelve; el mundo se simplifica a una frase imposible: estar vivo. Cuando ella entra en una habitación, el archivo se desordena. Los papeles se abren, los nombres se recalientan, las fechas se vuelven respirables.

No la escribo: la acompaño y ella me acompaña a mí, en La Cantuta, un lugar que, en realidad, no existe. Si Onorio archivaba libros para que la historia exista, Ludy me enseñó que hay historias que sólo pueden vivirse. Cuando duerme, el tren se detiene; cuando despierta, vuelve a ponerse en marcha. La poesía, desde entonces, dejó de ser una disciplina: se volvió una forma de comunión, una respiración compartida. No porque prometa permanencia, sino porque confirma la fragilidad. En su manera de mirar hay algo de los espejos de Borges: multiplican, pero no reflejan. En su silencio hay una ética del amor como interrupción: la grieta por donde entra la luz que el archivo no fue capaz de clasificar.

Anne Carson escribió que “el amor es una ciudad que arde en silencio mientras los otros miran las llamas.” Yo escribo entre esas ruinas. Ella es esa ciudad: el incendio que no se apaga, la respiración que sostiene mi escritura cuando todo lo demás se hunde.

Algunos lectores observaron que mis compilaciones —Sparagmos, Contra la muerte, Cuando el destino dejó de ser víspera— no son obras reunidas sino collages de sobrevivencia, fragmentos reescritos para no morir del todo. Malincuor formará parte de un proyecto mayor, Zigano, una deriva más amplia donde los materiales se desordenan como las memorias de un tren que no cesa.

Hejinian lo dijo con la claridad que sólo alcanza quien desconfía del final: “El cierre es siempre una traición.” No cierro este texto: lo extiendo. Malincuor no admite punto final. Escribir, he comprendido, no es narrar, sino mantener en marcha la máquina. Cada poema es un tren que sigue avanzando aunque el país no exista.

Si alguien me pregunta por qué escribo, respondo apenas: para que la historia exista.


* Quizás sea hermoso aún no haber nacido, un ser feroz, de agua y piedra; sin ensuciarse, mueren con destino de vuelta a las olas del mar, a las ciabeles innatas de las sombras preprofundas. Y toda nuestra luz aún debe ser hijos de nuestros padres.