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jueves, 11 de septiembre de 2025

JASMÍN CARMINA. DESDE AQUÍ TODO ES FIN

 


Los poemas que constituyen el universo de mi libro «Desde aquí todo es fin»,   manifiestan la inquietud, casi una ansiedad, por crear un universo ficcional que pretende reflejar la historia conflictiva, caótica y aún doliente del Perú. Y más que proponer alguna historia bien contada o un refinamiento de la historia oficial de nuestro país, el libro pule antiguas preguntas y propone algunas nuevas sin ningún afán de ofrecer una respuesta directa o complaciente. En esta historia mal contada ríos, la pampa, campesinos, soldados y la misma guerra dan testimonio de su papel dentro de ella, muchas veces, y sin darse cuenta de ello, entretejen la ternura y la violencia en sus discursos. Parte de la escritura proviene de la revisión de archivos de la memoria, especialmente de testimonios recogidos por el LUM así como poemarios que llegaban a mí de una forma desordenada y que, por lo tanto, se manifestaron en el libro de la misma forma. Todo ello me permitió crear un Perú que cruzaba su geografía con otras, y de la misma forma su lenguaje. Por ello es que el libro manifiesta testimonios a través de la palabra y la imagen, sumando el desconcierto o la comprensión, dependiendo de quién lo lea.
JASMÍN CARMINA


eMBAJADA ZÚRICH

 

La orbe de diosa

pampa pampita de glucoso ñuqchu dubitando en un eje de metaloides y estrellas Allí mismo, un reino de guerrero

Vorágine y humanidad

Una sola amistad,

Las otras espadachines de utilería limeña

que tajan el amazónico ande ¡Oh vengeful blade! ¡Oh sweet vengeful! Y así,

Ojeando

/Silencio/ ojeando

Dejan todo a la vigilia, capsulados en una lacrimógena venenosa, dos ojos por dos que miran y se desangran

Otras de ellas, sensuales y estúpidas

tensan la pupila un kilómetro atrás /allá entre Pizarro y la ficción/

Regurgitando en fotogramas a la parida andina en peñazcos de arena ¡Oh Zúrich, de dónde no más! ¡Llamar diosa a una pléyade campesina de verbo mudo, de críos zafios y apeonados! ¡Ella diosa de una urbe vorágine, selva que no es selva, ciudad que no es ciudad! Entonces qué

¡Oh Zúrich! Esta montañosa cadena de dioses disecados confunde la frontera ¿Dónde empieza Lima y dónde termina Ayacucho?

¡Fuck!

- ha asesinado al Ausangate en nombre del guerreo, atravesado por kilométrica

dinamita en la boca del Apu ¡Ooh civilización, deja de verbar, un siglo de calma!

/Silencio/

Cae la cuerda del contrabajo

/Silencio/

aquí muere la lengua que tanto ha luchado contra el ruido, jilguero de espanto. Silenciar la historia del guerreo, del terrorismo chino, de Zúrich piadoso... Aquí solo queda el ruido de la sintaxis limeña, la voz de cojudo que se baña en ñuqchu indigena y almendras ordeñadas. Por qué silencias tanto tu pulmón atravesado por la pólvora ¿Acaso no puedes hablar sin tu cuerda laríngea?

¡Oh Zurich!




TESTIMONIO DE LA CANDELA MATERNA 

Señores, yo pues voy a contarles a ustedes los rincones del mundo que he caminado para recuperar el cuerpo fragmentado de mi hijo. A ese mi hijo me lo quitaron por nombrarlo, fue su nombre condena de su desaparición y célula jilquérica que ahora no sabe cómo detenerse, por ese motivo no voy pronunciar su nombre. Yo no vengo con ninguna mentira acá, solo con el cuerpo que he arrastrado por años. Así pues, mi hijo fue traído a este mundo como un ser completo, no hacía falta sed o sequía, pero aquel día, amaneciendo el dieciocho de junio penetraron mi casa. Allanaron con el agua marina, que por primera vez saboreé, la casa que mi marido y yo extendimos de la tierra cuando nuestro hijo perdió su primera extremidad. Nos sacaron en la noche con la marea de cresta lunar, de los pelos nos jalaron hasta el patio, y con sus balas hablaron en una lengua que no comprendía bien,

¿Dónde está la cartilla de este apestado? diciendo. Ahí fue cuando mi maldita boca aprendió a responder en esa lengua polvórica. “Papacito, mi hijo perdió su lengua en una pelusa del cardo. No puede decir su nombre” diciendo. Entonces con sus bocas ladraron golpes al cuerpo de mi hijo que todavía sostenía su ser, y diciendo así yo pensé que lo soltarían “Su nombre es 1534, yo misma me lo he traído a este mundo. A mi hijo no le hagan nada, si quieren carne llévenme a mí” diciendo.

Aquella noche se lo llevaron, yo desperté en el piso viendo como la noche se iba persiguiendo a los sinchis, no sé porqué pensé en el mar.

 

 


 

 

Los días siguientes fueron pura bajada, mi cabeza avanzaba más antes que yo buscando proximidades contestatarias. Dejé Huanta con la punta del paladar aún metaleando el día anterior, como sintiendo el sabor sanguíneo en pleno yodo. Desde entonces mi lengua no encontró silencio ni quietud, solo costumbres chaccheantes. Cada día parlar parlar parlar, esperando alguna respuesta que no hace más que darme la espalda. Cuando llegué al primer puesto acuático de La Mar y pregunté por mi hijo, me dijeron “Aquí no está, debe estar en el puquio de Denver, dos pisos más abajo”. Y así bajé yo a Denver, donde encontré un telar de hombres y unos cuantos brazos mal cocidos, de ahí también me botaron un piso más abajo “Aquí no han traído ese nombre, debe estar en el puesto marino de Cangallo”.


Así bajé yo hasta donde el mundo se convierte en catarata. Nunca llegué a ver el mar del que tanto decían los sinchis. Desde allá abajo solo queda la subida

 

 

 

 

De tanto desgastar el paso yo solita me hablaba “¿Dónde no más estará la respuesta? ¿Por qué la duda? Dios me ha abandonado. Ahora mi útero está vacío y mi único hijo se volvió un par de líneas malformadas que nadie sabe reconocer” diciendo. Así subía mi cabeza adelantando mis pies, sus pensamientos juglarinos nublaban mi vista, el aguijón hambriento de la urbe. De pronto, en el apartado “Infiernillo” del cañón de Colorado, quinta esquina ovoide de la médula de Dios, encontré las primeras diez almas que ahora ya deben haber caído del mundo. Sus cuerpos confundían su materia con la de los otros ¿de quién era la mano que reposa al lado del ñuqchu del otro? Nada parecía pertenecer a uno mismo, todo era otro. Y otreando lo ajeno, empecé a restaurar lo que habían sido así no más un hombre, un caballo, un jinete y el cielo. Fueron nueve almas reconstruidas pero la última era pura ausencia, le faltaba todo: lo de arriba, lo del costado, lo de adentro. Ese era mi hijo, o al menos una parte.

 

 

 

CHUSCHI  ^ DENVER 

 

[<>]

La inmensidad guirnalda

Está noche Denver ha garuado en mi ventana, silenció el flaco susurro que todavía se resistía La vida se agiganta dos noches más

Esta noche he vivido un río a su lado, la historia del Amazonas de inicio a fin, hasta ser la cantuta estelar chilena.

 

 

[-]

Crespas del germen polvórico,

subieron al cielo inmensas almas abandonadas en la tierra de Chuschi. Y Denver siguió lloviendo.

 

 

[--]

El soldado N° 2580 de la división de acuáticos y demás,

dubitó tres veces antes de pisar al último gogorgillo desmemoriado que saltaba de uno de los 4057 perros ahogados

 

 

[---]

“Me aqueja el recuerdo, hay demasiadas voces aquí” “yes, and?”

“Arde la carmina de mis labios, nosotros nos llamábamos yo antes de ti” “glass and other, we and you”










 



Teaser: DIEGO ALEXANDER PAIVA. MOSCAS Y CANABRIOS

 


M
oscas y canabrios
 es una expresión poética contra las formas hegemónicas del decir, del propio lenguaje. Al yo lírico, Salvador Zavala, no le interesa conquistar el poder desde la poesía ni señalarlo desde fuera, sino sabotearlo desde adentro, tensando el lenguaje, contaminándolo, haciéndolo reír. La palabra busca ser un zumbido o un aleteo. Y este deseo, esta búsqueda de libertad y de tono lúdico, lucha contra su propia alienación al encontrarse con diversos territorios de poder.


Las moscas representan el habitar la herida, lo que incomoda, lo que persiste aunque se lo quiera aplastar. Las moscas sobrevuelan lo podrido, pero siguen ahí. Les gusta el olor a mierda. Los canabrios, en cambio, son invención: híbridos, bastardos, una suerte de comunidad sin linaje ni redención. Son criaturas sin timón, intertextuales, dispersas, más libres, pero también más encerradas en sus propias referencias.


El libro tiene un tono lúdico, mezclas de géneros, referencias callejeras, pop, religiosas, filosóficas, universitarias, escatológicas. Me interesaba la capacidad del lenguaje en deformarse, de sonar raro, de resistirse. Todo esto en diversos contextos, distintas realidades. Una ternura sucia que va habitando y jugando con las distintas formas de poder. El yo lírico va encontrando su espacio, su propia autonomía está en constante juego ahogándose o llenándose de intertextualidad a medida que va avanzando la obra. Alejarse del Yo sucio, mosca, y entregarse a los Otros, habitarse en el canabrio, buscaba resaltar la ambigüedad moral de una voz que no puede escapar del propio poder de sus ambiciones, consecuencias ineludibles de lo colectivo.

Diego Alexander Paiva



 

y me dicen ayyy alado hincha como pus

el nada desperdicio el nada cuento

el sin chuzo Dios el sin cerro

soba asimétricas

AUNQUE TE EXTREMEN

paga

 

 

 

GRITA <<??????????????????????????>>

                                                    lo asesina dada Re

                                                                              Cola

                                                                     Hacen de

                                                            Cola AHHHHH

                                                         HUAYNO PROLE

                                           AH

                                                          HUAYNO PROLE

         Da Da Da            ASNA                  FUCK I SAID
                        FUCKER DONT START SHIT!

<<???????????????????????????????????????????????>>
                     COME, COME FUCK APART IN HERE!

 

 

 

aunque careces de la cosa que es perceptora de ti, de la muerte a la santa paloma sacra y de los zumbayllus y de la lectura constitucional del awajún: qué risa me das. qué gracia me das buscando la palma de tu verso en otra integral. sígueme por aquí y cuando camines serás droga, ola tántrica y estrábica, y tu ensoñación será tina, cosiendo las danzas y aromas de chela en el desvío más perro y más costeño de tu ciudad

que amas porque es tuya.





zappa llal rachi acho chanchos ratos

cosiendo las danzas        y apendizando a cola      AGUAJAL

con lo que nos costó venir    mocho    la próxima los matas

que se vaya                 que SE vaya

 

 



GoD LeSS

                                                                                    you

¿Te parece poco?

Los vientres como anatema

Sudado el ojo

                                      <<(//Así//)>>


                                                      Así se hace el espanto


Si Semmelweis entiende el claustro como una copa de algodón

                                                            Yo la entiendo con descuento

    <<Y Sabía      que haría       <<falta>>           un nombre>>


                                                   Entonces


    Luz es el acomodo pélvico extrapolado en diez alabanzas

    Hermana es la virgen sombra que serpentea ataraxia

   Dasein es el cortometraje que hizo mi amigo

                y no significa nada más que eso


En la INT. X. NOCHE - CONFESIONES


Los dos mentirosos se miran ante la clama y exaltan el intersticio

de sus vidas y el parque es azul decorado con cuadros de terocal

y sus cuerpos bien vestidos no derrumban ninguna moral y no es

                                                                                                     <<mía>>

   Si a Ollé le dijera que: al mismo himen = no he roto dos veces y a

Zurita = yo // que los malos son el sur y a Efraín Huerta (…) que oía

el alma, pero yo llevaba                                                             el poema

Y a Chabuca Granda que la amo                     y a que YO le deje decir

                                                             YO

                                   He bebido todo mi azúcar

                                                         Varela

                                                         Nadie

                                                    Pero Nadie

                                               La quiso probar

                                                                                                        FADE OUT

 

BACKSTAGE: FRANCISCO LAYNA. LA ESCRITURA DE UN DISIDENTE

 Si escribo «difícil» —y más por cómo viene corriendo la tinta por los poemas— Paco me dirá: «no, Maurizio, no pongas eso. Después se asustan incluso antes de leerme». Supongamos entonces que, en lugar de «difícil» escribí «excéntrico» ¿Qué quiero decir con ello? La forma de comprobarlo es leyendo el libro de reciente aparición Nunca, mil y gigante (Colección dirigida por Antonio Ortega para Dilema Editorial, Madrid, 2025).

Layna, acérrimo hincha del Vallecas, ha publicado los libros de poesía Y una sospecha, como un dedo (Madrid, Amargord 2016), Espíritu, hueso animal (RIL 2017), Tierra impar (RIL, 2018), Oración en 17 años (RIL, 2020), Historia parcial de los intentos (Poesía 2016-2019) (Arandurá, 2019), Vuelta e ida (plaquette) (RIL, 2022) En 2022 saldrá el primer volumen de su obra reunida, Nunca, mil y gigante. Presentamos una selección de textos de El perro y la calentura (trashumancia de los poetas americanos) (RIL, 2022). Y siempre es un gusto leerlo. No por «difícil», sí por «excéntrico», o mejor aún, por «disidente»
MM


Tu caso es bastante particular dentro del panorama de la poesía española, al igual que Ángel Cerviño, ustedes dos  “desgenerados”, tanto en función a la “ortodoxia” generacional como, también a la de los géneros discursivos. Mi primera pregunta Paco sería, ¿cómo ubicarte en el panorama de la poesía española actual?


Supongo que de ninguna manera. Pero que me pongas al lado de Ángel, enorme poeta, es todo un orgullo. Aunque insisto: de ninguna manera. Me siento un “desubicado”, o mejor aún, un absoluto “aubicado”.

Hace poco Eduardo Milán comentaba que en su opinión el síndrome Rimbaud se está disolviendo, que ya la juventud no es requisito ineluctable para esto de la poesía, y que el paradigma del poeta joven empieza a difuminarse. Yo no lo creo, menos aún ante el fenómeno de la poesía para adolescentes, ahora tan en auge. Publicar el primer libro a los 57 años es, sin duda, una anomalía. Incluso llegué a escribir un poema en mi primer libro en el que pedía disculpas por tal intromisión (“A la mar pelillos, y a la vejez sarampiones”). No pocas veces me siento como un abuelo en su primer día de gimnasio, lejos de los que comparten conmigo generación, y lejos igualmente de los que ostentan su poca edad. Incluso en la práctica de la escritura me contemplo ajeno a cualquier cronología. Pero reclamar mi condición de rara avis sería señal muy torpe de anhelo, habitual entre los jóvenes (huyo, en buena lógica, de cualquier novedad de última hornada). Reclamar que ya he ido y que el regreso es lo que me define, sería una evidente manifestación de derrota, de ridículo orgullo de la experiencia. Si a tu palabra “desgenerado” le quitamos la “s”…

Dicho esto, debo enunciar el obligado matiz: Ángel publicó antes, tiene más obra y es mejor poeta que yo. Además, es más alegre y un poquito más alto.

La otra particularidad creo yo que está determinada por el discurso en sí pues la inestabilidad de un barroco, al cual yo llamaría cervantino –coincidirás conmigo en que el barroco es un espíritu- empieza de pronto a confluir con ciertas estrategias de comunicación/representación que, desde mi perspectiva, parecieran responder al concepto de eficacia de la poesía estadounidense –un aspecto que me sorprende. ¿Crees posible el desarrollo de una escritura pelágica-insular-disidente en el pandemónium de la globalización?

Veo en tu pregunta varias cuestiones. Si no te molesta mi afán de enumeración, que lo entendería, contestaré por orden:

1) Toda escritura debería ser disidente, al menos intentarlo. El sentido siempre es posterior. Bien mirado, casi todo lo que nos atañe es posterior, fundamentalmente nuestra conciencia, pues la lengua nos es dada, es previa, por tanto, deberíamos hablar de una existencia anterior a cualquier “yoísmo”. Cuando mi hija me pide que le explique un poema, mi obligación es intentarlo. Yo procedo de la crítica, que tiene el mismo étimo que “crisis”. Me he tirado décadas localizando sentido a los textos. El hermeneuta es, por naturaleza, un desconfiado de la letra escrita. Otro modo de arrogancia. El sentido pretende reinstaurar la certeza, en poesía esto es muy evidente. Consiste en regresar al camino del que nos desvió el poema. La significación parece casi un arrepentimiento, un cantar la palinodia, el reconocimiento del delito... ‘Lamento haberme desviado de la certidumbre y de la significación que nos define comunitariamente’, tendría que confesar el poeta. Nos hemos tirado años pregonando que la voluntad intencional sirve de poco. Soy muy consciente de todo esto, pero debo responder a mi hija o a mis alumnos cuando me preguntan. Sé que mi respuesta es otro texto, a menudo distante del poema, una enmienda, una glosa, tal vez una secuela. En los momentos de inseguridad me amparo en lo que el peruano Reynaldo Jiménez llamaba “microsentido”. Vivimos años de imperativos. La exigencia de comprensión facilita la supremacía de lo sencillo. Esta tiranía ha llegado incluso a las aulas. Todo debe ser claro, accesible, cercano… Y divertido. El arte ya no es lugar de reflexión, sino de diversión, preferentemente compartida. Explicar un poema de Auden, o de Hölderlin, o impartir un curso dedicado a Perlongher o Rilke es una labor muy similar a la de un detective que investiga un crimen no cometido. Y en última instancia me engaño recordando a don Quijote cuando afirmaba que el libro de su historia requiere un futuro e inconcreto comentarista. Comprender, a veces, significa renunciar. Dicho esto, regreso al inicio. Toda escritura poética debería ser disidente. No concibo una poesía asociada al ocio, al tiempo libre. Tampoco que ansíe una exégesis explicativa. El único intento poético que hoy retiene su validez es el que pretende aliarse con la inteligencia, con el descaro y el calado crítico. Me gusta tu definición: “disidencia pelágico-insular”. Si me permites, yo diría "archipiélago de disidencias, sin aspavientos".

2) El Barroco es un espíritu, claro, definido fundamentalmente por una espléndida manifestación de desconfianza. Desconfianza en la certidumbre. Es muy interesante el desarrollo de la anamorfosis barroca: la deformación reversible de una imagen. Si por ejemplo pintamos un rostro, un paisaje o algunos objetos sobre una superficie elástica, ¿se mantiene su identidad, su naturaleza, sus condiciones de significación si estiramos intensamente esa superficie maleable? Puro Barroco, y ahí me siento como pez en el agua. La duda moderna es consecuencia de esta vacilación, recelar incluso de la propia percepción sensorial. En “Espíritu, hueso animal” tengo un poema dedicado al gran José Kozer que es un desfile, una parada barroca (“He acariciado un gato porque sabía que hoy haría frío”).

3) La poesía clásica se basaba en la imitatio. Si uno se percata, es la eterna cuestión del mundo representado. En Góngora, un escenario de telurismo grandioso puede servir para comentar que una hoja de roble seca se desplaza, a causa de la brisa, de aquí a allí, a cinco centímetros. En la poesía norteamericana sucede lo contrario: un escenario banal puede ser el lugar de una declaración sobrecogedora. Y ya conoces la atracción de los polos opuestos. Reconozco que me siento cómodo en ese falso objetivismo.

Son cuatro palabras: Barroco, disidencia y poesía norteamericana. Por ahí suelo desenvolverme


¿Eres consciente que en tus textos el concepto de la errancia- o mejor, el de un devenir- se encuentra siempre presente, muchas veces más como una latencia que como una evidencia? ¿Esto tiene alguna relación con tu biografía? Cuéntame un poco.

Recuerdo ahora el libro de Franseco Careri, “Walkscapes. El andar como práctica estética”. Fijémonos en aquel deambular surrealista organizado por Louis Aragon, André Breton, Max Morise y Roger Vitrac. Consistía en vagar al azar por el centro de Francia, a pie, conversando sin parar, sin desviaciones deliberadas a excepción de las que impusiera la necesidad. Bretón escribe que en ese vagabundeo la ausencia de cualquier objetivo les apartaba rápidamente de la realidad. Era un dejarse ir que muy pronto alcanzaba los límites entre la vida consciente y la vida de los sueños. La andadura automática. La condición errática está presente en cualquier acción humana. La excentricidad debería igualmente ser exigencia de la escritura poética. A mí me agrada que el poema venga, llegue, se comporte como un deambulante, y que la palabra sea un encuentro, fortuito pero crucial, fugaz pero decisivo. Aprecio que diga, que se deje decir, que merodee igual que un sospechoso. Toda mi biografía ha sido como una especie de desplazamiento, un extravío, donde lo próximo y lo lejano nunca han estado muy claros. Me gustaría que mis poemas fueran trashumancias. Posiblemente no lo esté consiguiendo.

¿Desde cuándo escribes poesía?

Desde siempre. De joven sentí una fascinación casi mística por Juan Larrea… Desemboqué de inmediato en Vallejo, Edgar Bailey, Gamoneda, Yves Bonnefoy, el gran José Miguel Ullán. Larrea y Ullán siguen en mi mesa de trabajo. De ahí a los clásicos. Todavía entro con una enorme facilidad en los sonetos de Francisco de la Torre, o en la potencia religiosa de fray Luis de León o San Juan de la Cruz. Una poesía cuajada, plena de significación. O en aquel Góngora a quien se le iba la mano hacia el Finisterre de la lengua, desatendiendo precisamente el sentido. Y se sucedieron las lecturas: América latina, los británicos (Dylan Thomas, W.H. Auden, Keats…). Descubrí a los americanos en mi primera llegada a los Estados Unidos. Y ya no paré de leerlos. En mi regreso a ese país conocí a José Kozer y a Eduardo Espina. Me hice amigo de ellos. Un regalo, una suerte, un privilegio. Y entonces leí por vez primera a Gerardo Deniz. Todo lo demás es una continuación. Enumero estos nombres como razón y causa de mi abandono de la escritura poética.

Me explico. Con muy pocos años tuve una especie de revelación (ahora, con el tiempo, creo que fue un rapto de prudencia): ¿para qué escribir si otros lo hacían maravillosamente bien? Coincidió este abandono con el apremio laboral. Pronto empecé a trabajar en una universidad en Cambridge (Boston) y entré de lleno en la práctica académica: me hice cervantista, artículos, libros, congresos… Así hasta que mis padres mueren. Me regresó entonces, como si fuera una fiebre intermitente, la necesidad de escribir poesía.

Te lo pregunto porque si algo me sorprendió es que entre tus libros (A y B) se observa un desplazamiento inusual pues no es sólo formal. Hablando en términos cinematográficos: en el A hay un paneo en donde destaca la destreza del cameraman para encontrar una serie de ángulos, ocultos en el paisaje. En el B ese paneo es sustituido por un zoom a través del cual ese cameraman nos presenta los objetos sin ornamentos, digamos, “al hueso”.


El “paneo”, como tú dices, es un movimiento horizontal de cámara, buscando el efecto panorámico. La minucia y el detalle es una labor de búsqueda, y la cámara rastrea en paralelo al suelo. Con el zoom la cercanía y lejanía tienen una mayor alternancia, y el cameraman arbitra las distancias. Mi conocimiento del cine se reduce a cuatro conceptos que enseño en clase, y a una regular asistencia a las salas de proyección. Y una sospecha, como un dedo es un libro triste. Quiero ver en sus páginas una especie de arqueología del instante, por lo habitual desolador. Espíritu, hueso animal pretende una continuidad, pero con un filtro parecido al de las traducciones. Por ahí, tal vez, se puedan explicar las diferencias que notas de un libro a otro. Aunque, insisto, siempre planeé una continuidad entre uno y otro. Espíritu termina con una ficción en 16 actos. Me acerco a la narrativa de la que nunca estuve muy lejos. La fábula que ahí procuro anuncia el tercer libro, “Tierra impar”, en curso actualmente, aunque diría que casi terminado. Un personaje llamado Fabio Bondarino Silo sirve de enlace. En este último libro planteo la opción de liberar el infierno, en un entorno de inexistencia, una especie de Comala en el que de nuevo deambular con la única esperanza de saber qué significa la palabra “lugar”.

Y es curioso que el contacto entre cine y poesía no haya sido más fértil. Elimínense las imágenes de carga poética que puedan espigarse en cualquier filme. Me refiero a una estricta y continuada alianza entre imagen y palabra. Habrá quien traiga a colación Cagliostro, el experimento cinematográfico de Huidobro, o las películas surrealistsa Entr’acte de René Clair y Un Chien Andalou de Buñuel, o el Viaje a la luna de Lorca, o el cine de Pasolini y su célebre “subjetiva indirecta libre”… El mejor ejemplo de esta alianza es el expresionismo cinematográfico alemán, el documental experimental (sobre todo años 20-30), el actual slow cinema o la película uruguaya Whisky (2004). Podríamos incluso, dentro del cine comercial, añadir El árbol de la vida de Terrence Malick. Y aunque los dadaístas vieron en el cine un adecuado vehículo para sus propósitos poéticos, se podría afirmar que la relación ha sido esporádica, casos aislados y a veces heroicos, o la reducción a instantáneas, escenas, movimientos de cámara, elipsis, fugas, etc. Sospecho que el motivo es económico. No sé. Lo mismo sucede en otro arte definido fundamentalmente por la imagen. Me refiero a los comics. Soy fiel lector desde mi niñez. Y tampoco se ha producido históricamente esta asociación. Como en el caso del cine, se pueden arrojar encima de la mesa algunos ejemplos. La adaptación de Julian Peters de “The Love Song of J. Alfred Prufrock” de T. S. Eliot o la magnífica obra de Yoshiharu Tsuge, sobre todo “El hombre sin atributos”. Cuidado: tal vez ignore el tema y esté escribiendo disparates.


¿Tu escritura se estructuró influenciada por la cinematografía? Te lo digo pues, por momentos yo noto la presencia de esta, pero a través de claves cifradas y bajo el disfraz de lo “literario”.

Pues no lo he pensado. Eso sí, me gustaría recordar aquí el célebre plano-secuencia de Sed de mal (Touch of Evil), la película de Orson Wells. ¡Yo quiero, quisiera decir lo mismo con las palabras, y con la misma música y los mismos sonidos de fondo! ¡O decir en un poema, largo y demorado, la bergmantiana partida de ajedrez entre Antonius Block y La Muerte.

¿Cómo definir la relación entre tu poética y la literatura? ¿Crees que tu poética podría circunscribirse sólo en este ámbito?

No, o al menos no quisiera que así fuera. La literatura ya ha quedado como un tipo de mecanografía. Hoy solo es posible en el mercado, y a niveles exclusivistas de venta mayoritaria. Los estudios literarios se baten en retirada de las universidades. Fueron eclipsados por los estudios culturales, que igualmente hacen aguas y empiezan a encallar. Lo relativo a la literatura queda como una estribación, un residuo, una corriente que en la llanura se filtra y desaparece. Yo pretendo, claro está, que mi escritura tenga calidad. De ahí la urgencia de exceder los límites. La poesía solo es posible si se renuncia al acomodo. Si no es así, es una vana reiteración por lo general de factura deficiente.

Nómbrame algunas poéticas que hayas descubierto en los últimos años las cuales te hayan impactado, de una u otra manera.

Me interesa lo que hace Jane Sprague (The port of Los Angeles), o Peter Gizzi (Threshold Song o Archeophonics). Ángel Cerviño es ahora mismo una de las voces más interesantes del horizonte español. Por otra parte, muy probablemente sea Benito del Pliego uno de los más volcados en la construcción de una poética. Al otro lado del agua, tu obra se desliza por la misma dirección. También de allá sigo con interés el quehacer de Elisa Díaz Castelo y de Paula Abramo. Y a las norteamericanas Robin Myers y Suzanne Foster. Me sorprendió la valentía de Myers. Asimismo, To vespers de Foster me dejó con la boca abierta. Su primer y último libro. José Kozer siempre me reprochó, con toda razón, mi desconocimiento de la poesía oriental. Pues bien, leo y releo Haru to shura, de Kenji Miyazawa. Recomendado a quienes confíen. Y siempre los clásicos, a modo de peaje: esta vez Eduardo Espina. Muero por leer su último libro, por fin iniciativa española. La editorial Amargord de Madrid sacará en breve su nueva obra. Y la editorial Ay del seis, también de Madrid, reeditará su Caza nupcial, en homenaje a sus veinticinco años de existencia.

¿Con qué autores podrías encontrar confluencias?

Me encantaría decir unos cuantos, pero sonaría a petulancia. No puedo, no debo buscar un hueco para lo que yo hago entre aquellos que me despiertan la admiración. Sí puedo contestar, a modo de reparación, que me gustaría haber escrito alguno de los sonetos de Ted Berrigan, algunas partes del Kaddish de Ginsberg. Me hubiera gustado escribir el Cape Hatteras de Hart Crane, o el Autorretrato de Ashbery o algunas de las 77 canciones del buen borracho John Berryman. Pienso también en los almuerzos de Frank O’Hara. Pienso en Charles Olson (que salvó la vida a Ezra Pound), en Robert Duncan, en Jack Spicer… Y me gustaría ser el culpable de algunas páginas del ya americano Joseph Brodsky. Se dice que Marosa di Giorgio siempre escribió el mismo poema, y yo daría un mundo porque ese poema fuera de mi puño y letra. ¿Puedo también decir que me encantaría escribir como lo hacía Celan, o ya es un exceso? ¡Ah, al menos déjenme ser el autor de la Epístola moral a Fabio!

En una ocasión me comentabas sobre la impresión de que hoy existen “muchos poetas”, ¿a qué crees que se deba ello?

Porque la poesía es una de las actividades más egotistas. Porque para muchos es sinónimo de inmediatez. Porque la emoción suele asociarse a los versos. Porque con frecuencia se confunde con la memoria. Porque se representa, y tiene el don de lo impreciso… Maurizio: ¿nos tomamos unos vinos?

¿Cuál es tu percepción sobre los slams poetry y las denominadas “poesía juvenil” y “poesía best seller”?

Es una pésima poesía: cuatro lugares comunes mal dichos, mucha emoción, mucho amor y poco más. Pero venden miles de libros. Y esto genera un envidia muy grande y corrosiva. Si acudes en primavera a la feria del libro de Madrid podrás ver enormes filas de jóvenes que esperan pacientemente la dedicatoria. Son los blogueros poetas. Unai Velasco es quien más atinadamente ha diagnosticado el caso (“50 kilos de adolescencia, 200 gramos de internet”). Es un fenómeno vinculado a los blogs y las redes sociales. Pero también es una mina económica a la que se han arrimado, cual sardina al ascua, algunas editoriales. La invectiva de esta pseudopoesía es un claro denuesto a sus lectores. En una época en que los jóvenes tienen pocas puertas a las que tocar, no es de rigor rechazar ningún medio de obtener el sustento. Tampoco debiéramos juzgar el ocio elegido por cada cual. Lo que más me sorprende son los elogios de algunos poetas consagrados. Bueno, allá se las compongan. Pero que quede claro que, a modo de conclusión, le viene muy grande la palabra “poesía” a esos libros que tanto disfrutan multitudes de adolescentes. Eso sí, que sigan disfrutando.

Me gustaría conocer tu opinión sobre la poesía(s) española(s) más recientes (s).

Por fin, por fin, por fin las aguas se mueven. En España todo aquello de la experiencia y la sentimentalidad provocó un continuado y estéril estancamiento. No me refiero a la práctica poética, sino a la insistencia en los mismos nombres, editoriales, premios, medios de comunicación, el reparto de la escasez… El establishment, en dos palabras. Ya sabes a lo que me refiero. En estos días todo el mundo celebra la aparición de una numerosa nómina de mujeres jóvenes que han irrumpido con magnífica energía y calidad: Ángela Segovia, Su Xiaoxiao, Berta García Faet, Lola Nieto, Laila López Manrique, Sara Torres, Rut Llana, Layla Martínez, Luna Miguel… Antes ya sobresalieron nombres como Chus Daranur, Ana Gorría, Eva Chinchilla, Ester Ramón, Regina Salcedo, Julieta Varelo, Elena Medel… Y es de justicia comentar pilares fundamentales: Olvido García Valdés, Luz Pichel, Blanca Andreu, Ada Salas, Chus Pato, Lola Andrés… Sumemos a esta lista los nombres de Julio César Galán, Ángel Cerviño, Marcos Cantelli, Viktor G. San Valentinos, Paco Najarro, Ismael Belda, Unai Velasco, Hasier Larretxea, Alex Chico, Jesús Ge, Óscar Pirot… Es decir: se han abierto las ventanas, se han aireado los salones … La poesía bonita, irremediablemente, cede el paso. El hallazgo y el rapto iluminador quedan para el rapsoda o el coleccionista de joyería metafórica. De modo similar, la conversación y sus tonos regresan al menudeo de lo cotidiano. Las causas son muchas, aunque yo diría que la principal es el cansancio. ¿Quién no se harta al escuchar la misma voz desde la emisora de radio, el jurado del premio o la lectura en el salón institucional?

Esta buena salud posibilita al mismo tiempo un abanico más amplio de proyectos, o acaso al revés, es el contexto quien beneficia uno de los mejores escenarios poéticos en bastantes años. Cabría citar en dos segundos una serie de editoriales fundamentales como La Bella Varsovia, La isla de Siltolá, Amargord, Ártese quien pueda, Liliputiense, Ay del seis …Centrifugados es un muy valioso certamen poético alternativo a otros más apegados a la corte… Revistas como La Galla Ciencia, Koroko o Nayagua. La Fundación José Gaos, en Getafe (Madrid). Los blogs de Daniel Bellón (“Islas en la red”), de Francisco Cenamor (“Asambleas de Palabras”), de José María Castrillón (“elcuaderno”)… De gran calidad son los de Jordi Doce, Viktor G. San Valentinos, Ana Gorría…

En fin, Maurizio: hay tela bastante para cortar. ¿Prefieres blanco o tinto?




Yo hablaré de mí cuando haya muerto

Samuel Beckett

 

No es verdad:
la palabra escrita decide,
sobre todo cuando al arrojarla
los círculos concéntricos
quedan grabados en la piedra.
Babel es una ciudad no acabada.
En Cíbola millones de bisontes
sueñan el exterminio,
levantan la cabeza
y respiran inmensos.
En el oasis de Zerzura
un prófugo muere
reventado de agua.
No es verdad
por estas tres razones.
Me descalzo,
bebo café
y escucho
la paciencia
en el cielo.

 

 

Es momento de cambiar de tema, abandonar de una vez el lomo del potro.


Es comprensible que Mary Ruefle diga que los dioses nos ven como perros en apareo.
Fue Cicerón, en De inventione I, el primero en utilizar el término “sexo”.
También dijo que aquí yacen muchos e ilustres restos y que el espíritu se refresca con la risa.
Aconsejan los médicos que esa sea la actitud para evitar que amargue.

 

 

Por muy buena razón que aduzca, mi edad es intermitente y avisa.
A veces el suceso excede la naturaleza. Ayer, por ejemplo, la lluvia únicamente cayó sobre los que llegaban tarde.
En esas condiciones cualquier mapa se reduce a una habitación, a un olor que insiste y avisa con la luz del martes y la hora del desayuno.


La mermelada de ciruela es antigua. Yo la comía porque la hepatitis me tuvo siete meses en cama. Recuerdo la almohada. Buscaba la parte fría de la sábana.

 

 

Un amigo llama y pide que escriba sobre el amor propio y la vanidad.

Pienso en la gramática de la acción.

O en la egología de nuestra actual fatiga.

 

Esta es la escena inicial: el capitán recibe un footsie de una mujer llamada Cruz. Canturrea una taranta, gustándose.

En ese mismo sitio, a 40 metros de profundidad, hay una balsa. Se dice que el agua es milagrosa, rica en nutrientes. La causa, casi seguro, es que el acuífero atraviesa un cementerio vecino.

 

Es palabra común en el tratado para el príncipe, donde castigo y consejo es lo mismo. Me refiero a “cautela”.

Se trata de la antigüedad que dibuja a Febo con lira y arco.

Su ley previene contra los peligros del sol, especialmente en días caniculares.

Abatimiento digno, sangre de Pitón, hija nacida del barro.

Desde entonces es sabido que a 400 metros de altura el origen de las especies es

asunto de pigmentos.

¿Sucede igual en su contrario, en el décimo octavo suelo?

Monte y profundidad declaran en su favor la condición terrenal.

 

Siglos después un experto en materiales abogará por la prohibición de descubrir el rostro. La caída, de ese modo, tan solo es un ruido.

 

Tuve una novia que vivía en el este y mostraba las clavículas a quien fuera testigo de la gala y la oración. Pero ahora los dos estamos muertos, por eso hablamos de poesía. También es este un buen ejemplo.

 

¿Por qué cardo? Porque su raíz macerada en vino sirve para las dolencias del hígado.

Y porque el burro se desvía del camino y come del espinoso y pungente suelo.

 

¿Por qué corona? Los primeros reyes de Escocia emplearon el cardo como símbolo personal.

 

Todo hombre busca lo que le está a cuento: egoísmo en los tiempos malos.

 

Sin embargo, por más que busque jamás me encuentro en el mapa.
Tampoco me reconozco en un pronombre común a todos los seres que hablan.

 

Este es el lema: una ola nace de otras. Este es el comentario: en el apacible espejo las especies se mezclan y confunden.  Y este es el accidente: los círculos concéntricos quedan grabados en la piedra.

 

Mayo Fervença es una mujer que protege piedras. Antitóxico del espejo. El pronombre no significa y ahora yo, siete y veinte, preparo infusión de cardo y escucho noticias en un idioma que desconozco.

 

¿Verdad que es comprensible que después de tanto se busque la parte fría de la sábana?

 

El cuerpo será lo último, y el vicio de sus sentidos.